LILIANA LUKIN y HÉCTOR FREIRE, poemas inéditos
LILIANA LUKIN nació en 1951. Ha publicado los siguientes libros de poesía: Abracadabra , Ed. Plus Ultra, 1978; Malasartes , Ed.Galerna, 1981, Descomposición.1980-82 , Ediciones de la Flor, 1986; Cortar por lo Sano, Ediciones Culturales Argentinas, 1987; Carne de Tesoro, Editorial Sudamericana, 1990; Cartas , Ediciones de la Flor, 1992; Las preguntas, Ediciones de la Flor,1998; retórica erótica , Ediciones Asunto Impreso, 2002; Construcción comparativa, Alción Editora,2003; Teatro de Operaciones. Anatomía y Literatura, Ediciones en Danza, 2007; Obra reunida.1978-2008, Ed. del Dock, 2009; Libro de buen amor, CILC Ediciones, 2010, La Etica demostrada según el orden poético, Ediciones La Cebra, 2011. En 2015 publica El Libro Del Buen Amor y Ensayo sobre el poder, Wolkowicz Editores. Sus libros han sido traducidos al francés, al alemán y al inglés, y han sido reeditados.
Con una amplia y destacada actividad docente y cultural, Lukin, egresada de Letras de la UBA, es actualmente docente en la Licenciatura en Crítica de Artes del UNA (Universidad Nacional de las Artes), donde también organizó desde 2007 a 2012 las “Jornadas Cuerpos Argentinos” y coordinó el grupo de investigación “Cuerpos Argentinos”, así como desde 2005 a 2015 coordinó la Clínica de escritura poética de la Biblioteca Nacional de Argentina, donde fundó Ediciones La Biblioteca/ colección miliuna, que publicó 21 libros de poesía.
Sus trabajos sobre Shoah, Dictadura, representación del cuerpo,al igual que sus ensayos, compilaciones, curadurías literarias y otras performances, pueden consultarse en su sitio web: www.lilianalukin.com.ar
"Yo existo, pero menos de lo que se cree; tú más; él está muerto; nosotros miente."
Pascal Quignard
mamá me dice a mí “mamita”
me ama mamá, cuando no sé
cómo hacerle olvidar el futuro,
y le digo “pero mamá”,
y es todo, esa objeción en
medio de la vida que el lenguaje
alcanza a la boca:
“pero mamá”, le digo y la beso
con eso, la beso
(…) a mi madre que me enseña cada día los dientes de la mortalidad.
H.Cixous
I
mi madre y yo tuvimos el mismo sueño:
ella en su salud, yo en mi enfermedad,
ella en mis brazos y yo en el cuenco de tierra
que sus ojos hacían para vaciar
la bolsa de semillas.
Mi madre anota en papelitos:
remover, regar, poner
en agua y dejar que repose:
en su salud ella adelantaba
tiempo para mí, iba adelante
haciéndome camino en el trabajo
de sobre ponerme al andar.
Entre dos vidas ella elige
siempre la misma, otra vez, y yo
no olvido ese detalle a sus espaldas.
En sus brazos no me recuerdo,
pero en el sueño que ambas
tuvimos ella veía por mí.
Dentro de su boca le daba
cada frase y su boca
cerrada masticaba, reía
mi alimento, reía de mí
que alimentaba con las frases del sueño
nuestro imposible despertar.
II
(Le hablo-murmuro- en sus ojos
mientras duerme:
“hay un paisaje que se inclina
ante nosotras que pasamos
una en brazos de otra
en la tormenta del sendero”
y ella, sin abrir los labios:
“sacáme de mi cuerpo,
sacáme de mí que quiero estar
afuera, en el aire de ustedes,
y no que el aire deba pasar por mí”
así, mientras dormíamos)
III
A mis hijos, pensaba, yo he sabido
dar de mamar, de hablar, mis
manos vistieron de música
sus cuerpos, pero a mi madre
no sabré todavía,
aunque ella y yo
tuvimos el mismo sueño,
ver cómo se hace de pequeña
en un mundo domesticado
para siempre ante mí,
que no puedo prometerle
lo que ambas deseamos despiertas.
IV
algo que fluye antes
que yo: mis hijos
algo que fluirá después:
mi madre y padre.
Yo cargo a mi
madre y ella me dice
lo que no sabré hacer
me da
recetas
listas de cosas
que guardo en el montón
V
mi madre y yo
subimos por la misma
escalera: cuando
voy ella vuelve
ante mí que me distraigo
entre uno y otro
escalón, años
me mareo de alturas
a medias, yo, que creía
tener las imágenes claras
veo todo
fuera de campo, sufro
por no alcanzar
a escribir la media sombra
me azuza
como si tuviera ideas
fulgurantes, mientras ella
con lápiz anota la vida
en papelitos
que cuando nos cruzamos
me da a leer
junio 2015 – agosto 2015
HÉCTOR FREIRE nació en 1953 en Buenos Aires, ciudad en la que reside. Es Profesor en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Forma parte del consejo de redacción de la revista Topía y es codirector de LA PECERA . Fue el compilador, junto a Yago Franco y Miguel Loreti, del volumen ‘Insignificancia y autonomía (debates a partir de Cornelius Castoriadis)’. Seleccionó y prologó la antología ‘El cine y la poesía argentina’ (Ediciones en Danza, 2011). En el género ensayo publicó ‘Literatura y cine, uso del vídeo en el aula’ —en co-autoría con Maximiliano González Jewkes—, ‘Sostiene Tabucchi (todo es una película)’ —en co-autoría con Roberto Ferro, Maximiliano González Jewkes y Ana Paruolo—, ‘De cine somos (críticas y miradas desde el arte)’, ‘El cine en su laberinto: literatura, pintura y sociedad’ y ‘Cine en tiempos de insignificancia’. Poemas de su autoría han sido incluidos en las antologías ‘De la utopía al compromiso’, ‘La poesía del siglo XX en Argentina’ (Colección Visor de Poesía, 2010),’Muestra 18 poetas argentinos’, ‘Muerte’, ‘Poesía de pensamiento. Una antología de poesía argentina’. Publicó los poemarios ‘Quipus’ —en co-autoría con Patricio Sabsay y Daniel Calmels—, ‘Des-Nudos’ —en co-autoría con Daniel Calmels—, ‘Voces en el sueño de la piedra’, ‘Poética del tiempo’, ‘Motivos en color de perecer’ y ‘Satori’.
MOTIVOS VISUALES
(Tres films-Tres poemas)
RITUAL
En un sereno brillo
en una más dorada luz.
Emily Dickinson
El humo perfumado del incienso
llena el espacio,
le otorga una falsa duración al tiempo.
Sólo su aroma es real:
como en aquel poema de Dickinson
donde la luz se transforma en cenizas
y ya no carga con lo inútil.
“Vacila en su retirada y se mantiene en reserva”,
resiste en la paciencia del oculto crecer.
En el jardín la exigencia del día hace de la noche
una presencia vacía, una quieta pasión.
Sobre el film A quiet passion (2016) de Terence Davies.
MUJER FRENTE A LA VENTANA
Esa mujer captada de espaldas, en su silencio cotidiano
desde el interior de su cuarto, temporaliza la espera,
dilata y proyecta la nostalgia hacia una realidad lejana.
Hacia una suspensión emotiva que prevalece
más allá de los muros de la casa.
Afuera, la arboleda se refleja en el cristal, espejo
que se funde con su rostro enmarcado en la ventana:
el retrato de un severo anuncio que niega
definitivamente un futuro de felicidad.
-Lo que hemos olvidado no nos olvida, ya que
la memoria es una distancia superior al recuerdo-
Intimidad e inmensidad encuentran su centro
en la mampara que separa a la mujer del exterior.
Escena del film Revolutionary Road (2008) de Sam Mendes.
CHAUVET
No eres más que un huésped oscuro
sobre la tierra tenebrosa.
Goethe
La luz de una antorcha rústica ha puesto sus dedos
de carbón de pino sobre las frías paredes de la cueva.
Objetos familiares venerados en la simplicidad
de un drama natural de más de 30.000 años.
El silencio de Chauvet se apaga y las pinturas arden:
el lomo musculoso de un león, una grieta en la roca
que se vuelve cabeza. Boca, en el corazón de la piedra.
Una manada de caballos al galope que hacen del presente
una eternidad a la luz del fuego entre estalactitas de ámbar.
Quizás esos hombres quisieron representar lo real
a través de lo ilusorio. La naturaleza a partir de las imágenes.
La poesía del fuego y su poética del sexo:
el Minotauro de Picasso que abraza a la mujer desnuda.
En la cueva de los sueños olvidados, un bisonte es mucho más
que un animal, y el cráneo de un oso un altar florecido.
El fuego produce la luz, aunque la antorcha no ilumine su base.
Sin embargo, la llama anima el espíritu del chamán,
las fuerzas ocultas que habitan esas bellas formas.
En Chauvet los sonidos primitivos imitan lo que se ve
antes de traducir lo que se oye. Cueva pictórica
dentro de un espacio sonoro con sus propias resonancias.
En esa soledad, el espacio se mueve y el tiempo despierta.
Los animales se agitan cuando tiembla la luz de las antorchas.
Llama y Pintura: Cine. Y el mismo destino, materiales vulgares
que producen el movimiento: el tiempo que transcurre
y la duración que huye de la calma.
Esas pinturas son como los sueños:
convocan los recuerdos más lejanos
los miedos de las primeras noches frías,
el pasado del fuego. La huella artística
más antigua de nuestra presencia en la tierra.
Hoy mirar en el cine –esa otra “cueva moderna”-
nos aleja del mundo para ampliar el mundo.
Nos obliga a seguir soñando.
A partir del film Cave of forgotten dreams (2011) de Werner Herzog