XELO CANDEL VILA
inéditos)
XELO CANDEL VILA (Valencia, 1968) es doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Valencia, donde trabaja como profesora de Literatura española. Ha sido profesora en Bucknell University, Ohio University, y Saint Louis University. Ha publicado, entre otros, El libro de las baladas y Romances de colorido de Luis Rosales (2012), De lo vivo a lo pintado. La poética realista de Max Aub en el ámbito de la Modernidad literaria (2008); El romántico ilustrado. Imágenes de Luis García Montero, con Juan Carlos Abril (2008); Luis Rosales después de Luis Rosales (2005); El realismo dialéctico en las poéticas de Luis Rosales, Ángel González y Luis García Montero (2003); La casa encendida, de Luis Rosales (2002); Versiones y subversiones, de Max Aub, con Dolors Cuenca y Rosa M. Belda (2001); Diario de Djelfa, de Max Aub (1998) y en breve verá la luz Victoriano Crémer y José García Nieto. Epistolario inédito (1944-1976). Como poeta ha publicado Los comediantes (1993), A destiempo (2003), con el que obtuvo el Premio Miguel Labordeta; La arena (Torremozas, 2009) y Hueco. Mundo solo (Renacimiento, 2013), Premio de la Crítica Valenciana en 2014.
LA LUZ O LA NADA
Cuánto hay de azar en el silencio,
cuánto de sucesiva eternidad.
El mundo se cierra sin respuestas,
naufrago por ellas sin posible asidero,
persigo el aire que desaparece.
La vida se precipita en jirones,
cae y no alcanza materia en su vértigo.
Soy lo que ha muerto,
el mar oscilante que sostiene la tarde
sin recuerdos ni orillas.
La luz o la nada repite el eco.
Despertamos al origen del propio ser,
allí donde el deseo es un lamento
al borde mismo del caos,
donde se impone la constante vocación
por borrarse de un soplo.
Llévame de nuevo a ese mar tuyo tan pleno
en el que la calma abrazaba
el pulso tembloroso de la vida,
a esa playa tuya tan alta
donde las palabras tienen un nombre.
Un solo nombre.
Entonces o ahora, pasajeros incendiados,
dioses de un mismo cauce,
mientras arden las nubes.
MENGUAR EL CANTO
Qué encierra tanto enigma
en su abandono, cuál será
el sueño, la grieta, el cobijo
antes de que la sombra caiga.
Oigo menguar el canto
pues nada sabe en su vagar enfermo
y su única evidencia es el páramo.
Sucede entonces el mismo paisaje,
las nubes inciertas se apagan
con la quietud amarga de los días.
Convoco la cobriza realidad
aun sabiendo su inclemencia.
La belleza en su madeja
convoca todos los fantasmas.
Un quiebro del destino se apropia
de los silencios que ya no nos corresponden,
son del aire, con él se acunan
sin permitirnos ser final u origen.
Ebria es la vida en su huella mínima,
así el dolor soporta la arena,
las gotas de un mar en pleno equilibrio.
Al margen de lo vivo, la erosión
sigue su curso, me reclama adentro,
entierro mi cuerpo en sigilosa
trama, sin lugar seguro donde rendirse.
Morir es olvidar tal vez
la virtud que un día ofrecieron las palabras,
poco importa el eco de lo que fueron,
la estricta voz que fundó su leyenda.
SER SIN SOL
Atardece deprisa. La tierra, nada.
La voz, de nadie. Contemplad este cuerpo
cansado, sin orden y perplejo.
Parece un mundo deshabitado,
despojado de antiguos afanes.
Sus dominios han sido arrasados
por feroces bestias inclementes.
Una vez fue plenitud, ternura
emboscada aguardando la dicha.
Una vez fue río en su sereno
discurrir, infinita dulzura.
Fue fruto entregado a la naturaleza
pues a ella pertenece como el sol a la sombra.
Soy sin ser, pero algo queda aún
de aquella fuerza perpetua
que asoma y todo llena y todo es.
CUANDO ESE DÍA LLEGUE
Cuando llegue el momento,
cuando el destino acierte
a fijarse en su errónea trayectoria
y corrija su rumbo,
acontecerá la luz que nos es negada.
El gris de los cristales
nos devolverá la cordura,
la delirante fe que perseguimos.
Somos servidumbre del tiempo,
han ocupado los dominios
que una vez fueron nuestros.
Nos han sometido a la fuerza,
nos obligaron a hablar otra lengua
hurgaron en nuestros desvelos,
nos despreciaron.
Nos recordaron que ya no es invierno.
Aquellos que fuimos no somos ni seremos
pues las nubes pasan, son otras,
ya no nos contemplan de la misma manera,
no nos celebran como entonces.
Un día, cuando el azar quiera,
vendrá hasta esta casa esa luz
declarará su reino en ella
por esa costumbre suya tan propia
que tiene de escribir en la memoria
la vana vocación de amar lo eterno.
INSONDABLE ECO
Casi dudo de que fuera real
y aun así sé que fue cierto,
pues pude afirmarme en el viento,
atrapar el perfil que no se quiebra
en su ausencia, la tierra
que no termina, testigo del origen.
En el horizonte vibra el mar ebrio,
constante en su espesura,
persiguiendo la huella
contraria a esta hiriente luz
que nos confunde en la lejanía.
El don de la claridad brilla
en los restos de las últimas sombras.
El poder que otorgamos
cuando queremos descifrar las ruinas
nos devuelve un triunfo breve
que cede ante el deseo apenas confiado.
Contemplo la derrota en la raíz del iris,
en mi rostro tiznado de oscura aurora.
La mirada me devuelve a la infancia
pura y fértil de lo inefable.
Reconozco la inocencia interior
pues los ojos no mienten,
no son calumnia las húmedas manos,
no engaña el aliento que nos respira,
la piel es real, delicada en su moho,
no se desvanece en la infamia.
En el silencio férreo de la crueldad
se revela en parte la figura del otro
su yo sin vértices ni mapas,
la nada que se esconde tras la nada.
La azul intermitencia del naufragio
se abisma en el lenguaje.