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OPORTUNIDAD

 

 de Carolina Peleretegui

La casa de Marcos estaba a tres cuadras de la plaza. Ese había sido el punto de referencia y yo por las dudas, desorientada como soy, consulté varias veces el mapita que habíamos estado estudiando con Guille la noche anterior. Sabemos que siempre me pierdo en barrios extraños y en esta ocasión no quería llegar tarde.

 La plaza estaba llena de chicos y yo los miraba jugar, soñando como tantas veces que alguno de esos fuera mío.

 Cuando toqué el timbre de la dirección que Marcos me había mandado por wathsapp, sentí algo en el estómago. Algo lindo, raro, como ganas de vomitar pero con una sensación agradable. Enseguida me atendió, dijo que me estaba esperando. Era realmente hermoso, más de lo que había mostrado en sus fotos de perfil. Subimos y casi como si lo hubiera ensayado  me ofreció sentarme en el sillón junto a una ventana amplia que daba a la calle.

-¿Té o café?- me preguntó. Yo quise decirle mate, pero me habían dicho que no le gustaba el mate.

-Té, gracias- le dije.

Mientras hablábamos de cosas banales como lo loco que estaba el tiempo y que por eso había que aprovechar el poco rato de sol antes de que volvieran las lluvias, de la tortuga que tenía en el balcón que hacía como diez años que estaba a punto de morirse y nunca se moría y de cuánto cotizaba el dólar en el banco de Tokio (donde me contó que  tiene una hermana) yo le miraba los rasgos físicos: altura media, una nariz larga y fina, ojos de un color indefinido, bien podrían ser azules o verdes y unos hoyuelos preciosos que se le hacían en los costados de la boca cuando sonreía al escuchar que yo, todavía, dormía con la luz encendida. El pelo castaño apenas ondulado le marcaba un remolino que se le hacía atrás, antes de la nuca. Sus movimientos eran tan suaves que parecía que una iba caminando en una cama de algodón cuando estaba cerca de él.

 El té estaba delicioso. Marcos había comprado unas masitas riquísimas, como bombitas de crema. Yo las miraba, pensaba en mi figura y que tal vez pronto me pareciera a una de ellas. Me reí por dentro con la alegría de que ojalá así fuera.

Terminamos el té en el mismo momento que se terminaron las palabras. Había que empezar. Para eso había ido. Tenía una oportunidad y no podía desaprovecharla.

Marcos dejó las tazas en la pileta de la cocina, yo me paré y me ofrecí a limpiarlas pero me tomó de los hombros, me dio vuelta suavemente y me dijo- vení.

 Fuimos hasta su habitación. Era un cuarto prolijo, prácticamente aséptico. Se sentó en el borde de la cama y me paró frente a él. Me pidió que cerrara los ojos y que me relajara. Le hice caso. Cerré los ojos y pensé en Guille. Si nos amábamos tanto ¿por qué hacía esto? ¿Era necesario? Me respondí que sí, que era una prueba de amor. De pronto sentí las manos de Marcos en mi cintura y traté de no pensar. Me sacó el pantalón de una manera que Guille nunca lo había hecho. Yo me relajé intentando sacar de mi cabeza todos los prejuicios. Me dejaba llevar por Marcos que en un momento me besaba los pezones como si fueran caramelos de chocolate. Después de unos minutos, me tiró encima de él y empezamos a besarnos. Casi no quise mirarlo. Me sentía mejor así. Con los ojos cerrados sentía que besaba a Guille, que hacía el amor con Guille.

Todo duró lo necesario, lo que se suponía debía durar, aunque hubiese deseado extenderlo un poco, solo un poco más.

Cuando terminamos, me ofreció un baño que acepté. Lo necesitaba. No pensé más nada. No había más nada que pensar. Al salir del baño, Marcos ya estaba vestido y sentado en la mesita de la cocina.

-Te sonó el celular- me dijo. Fui hasta donde había dejado la cartera y tenía varias llamadas perdidas de Guille.

Hablamos y se tranquilizó. Le dije que ya bajaba, que me esperara en algún banquito de la plaza.

Me encendí un cigarrillo, le agradecí a Marcos con un abrazo y un sobre.

-El resto, si prende, en dos meses - le dije.

-Que tengas mucha suerte- me dijo él, y luego de darme un beso en la mejilla me abrió la puerta.

Cuando llegué a la plaza, Guille me esperaba ahí, sentada en el banco frente al tobogán amarillo, el más alto, el que todos los nenes hacían fila para subir. Estaba como hipnotizada mirando a un nene con el traje del hombre araña. Me acerqué y la descubrí  más linda que nunca.

-Hay un café muy lindo por acá cerca- me dijo. Y tomadas del brazo nos fuimos caminando sin mirar ni una sola vez para atrás.

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Carolina Peleretegui nació en Lomas de Zamora provincia de Buenos Aires el 27 de octubre de 1976. Actualmente vive en Sierra de los Padres, Buenos Aires, Argentina. Escritora y Docente. Profesora de Biología y Ciencias Naturales y Bibliotecaria de Instituciones Educativas. Participó en antologías como " Querer es Poder" en el año 2012, "Los 14 locos" en el año 2014, " Como te estaba diciendo" en el año 2015, todos de la editorial Gogol. Fue seleccionada por la Editorial Dunken en el año 2014. Algunos de sus cuentos han sido publicados en el diario La Capital de Mar del Plata

Obtuvo el Primer Premio Internacional de Literatura Infantil Julio C. Coba Libresa. Ecuador. 2016

Fue seleccionada por la Universidad de La plata Cátedra Lenguaje visual 3 para formar parte de "Libro solidario" en 2017 con su cuento “Empalabrada”

En Mayo del 2017 presentó su primer libro de cuentos para adultos LIMBO editado por Gogol

Administra el blog de poesías y textos literarios “El dedo del emperador”

En 2019 fue seleccionada por la revista y editorial Liberoamérica para su antología 1970-2000 Poesía

Participó en el libro “Rapsodia. Ensamble de voces. Trémolo” Ed. El mono armado.2019 Poesía

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