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Peces de poesía

Fagmento de la entrevista de Fabián Herrero* a Osvaldo Picardo publicado en Diario La Vanguardia, 14/04/2021

FH Osvaldo, quisiera comenzar por preguntarte por la experiencia de la revista La Pecera. Se crea en un año particular y desde una ciudad del interior del país. Que podés contarnos de esa etapa inicial.

Fue en plena crisis del 2001. Vivía entonces, frente a una imprenta que aún conserva Ricardo Martin, quien en San Juan fue el primero en editar a Jorge Leónidas Escudero. Él conocía mi gestión en el Foro Cultural del Centro Médico. Cuando el Foro se cerró, Ricardo me convenció y dio el empujón hacia lo que imaginé que sólo podía ser el abismo… Pero resultó que él tenía razón y estábamos construyendo un puente sobre el abismo.

Yo había llegado hacía poco de una temporada de estudios en España y traía contactos y muchas notas para publicar.  En la revista colaboraron hasta viejos amigos como David Lagmanovich que fue mi profesor de Literatura Argentina. La lista de colaboradores es extensa y variada: Mercedes Roffé, Liliana Heer, Luisa Futoransky, Circe Maia, Ricardo Costa, Osvaldo Aguirre, Rogelio Ramos Signes, Carlos Spinedi, entre muchos más. A Sylvester lo había conocido en Madrid, también a Reyna Palazón, a Luis García Montero, a Riechman y otros más. Gracias a Gelman pude dar nuevamente con Abel Robino, en París, donde fue exilado por la dictadura.  Skype y el correo electrónico nos acercaron a la mayoría.

Se fue tejiendo una red entre amigos y colaboradores, como sucede en estos casos.  Leonardo Martínez estuvo desde el primer número, con su entusiasmo y acertado consejo, en largas veladas veraniegas de Mar del Plata. Héctor Freire se incorporó a partir del segundo número; nos conocíamos desde hacía tiempo y nos visitábamos en Buenos Aires y en Mar del Plata con frecuencia. Su apoyo, nuestras charlas y sus conocimientos han sido invalorables siempre. Ahora es director de la revista y armamos juntos las actualizaciones en la web.

En el Archivo histórico de revistas del Instituto de Historia "Dr. Emilio Ravignani" han subido hace poco, para descarga gratuita, todos lo números publicados en papel.  Desde el 2016 dejamos de publicar en ese formato, y la revista se transformó en un portal web ( www.lapecerarevista.com).  

FH Podes, por favor, comentarnos, entre otras cosas, cómo era el clima de trabajo, discutían lo que se publicaba, había una línea a seguir o la misma generaba discusión.

Si por clima pensamos en un lugar cerrado como el de un diario, en La Pecera no existía ningún clima de trabajo de esa naturaleza. Habrá que imaginarse un espacio virtual condicionado por la intermediación de internet y el viejo caos de una imprenta de barrio, en una ciudad balnearia, en el fin del mundo. Entre talonarios de recibos, volantes de publicidad, tarjetas y libros a demanda, con Ricardo, le dábamos forma a la revista en un viejo Page Maker. Por otro lado, en el aspecto de contenidos, hubo un plan sistemático de no querer ser sólo una revista de poesía que retroalimentara el cerrado ambiente de poesía argentina de aquellos años, donde ya reinaban a pleno y con tiempos y merecimientos propios revistas como Diario de Poesía, Hablar de Poesía, Fénix, El Jabalí, La isla de Barataria o La Guacha...

La Pecera, desde el principio, eligió como lema una cita de una novela famosa de D. H. Lawrence: “No fish is too weird for her aquarium” (“Ningún pez es demasiado raro para tu acuario”). Con ese lema buscamos llamar la atención sobre la importancia que tiene la diversidad cultural. Se buscó publicar contenidos en los que se mostraran los itinerarios de cruce entre distintas artes: la poesía, el cuento, la plástica, la música, la arquitectura, el cine, las ciencias, o en los parentescos del género policial con el psicoanálisis.

Ya en el número uno, se puede leer la intención de abandonar formas convencionales y géneros reconocidos, incluyendo a las neovanguardias posmodernas. Desde el número uno, la revista incluyó ensayos críticos, entrevistas, textos inéditos, reseñas y traducciones.

Le dimos gran importancia a la traducción con el convencimiento que en ella se cifraba el mayor de los cruces. Circe Maia, la poeta uruguaya, publicó con nosotros un ensayo maravilloso sobre la traducción del griego. Y entre las numerosas traducciones, se destacan las de Hanna Arendt, Linda Hogan, Sophia de Mello, Lidia Simkuté, Dürs Grünbein, James Laughlin, Jack Kerouac, Eugenio Montale, e.e. Cummings, Leonardo Sciascia, H.M. Enzensberger, Lorand Gaspar.

Una sección especial fueron los Dossiers que en la mayoría de los casos los preparábamos entre Héctor y yo, convocando a otros escritores y especialistas. Cada uno de esas secciones contaba con una antología de textos. Entre los publicados hubo algunos dedicados al microrrelato, a la poesía griega de la generación del ´70, a la poesía serbia, a la literatura de Paraguay, a la poesía de Luis García Montero y de Antonio Gamoneda, como así también los dedicados a temáticas como “La Ventana”, “Incertidumbre y riesgo”, “Aburrimiento y felicidad”, “Poesía y Ciencias”, “Hablar y callar”, “La vergüenza”, “El cine y la poesía” o “Poesía y Pensamiento”.

 

FH Como miras vos la experiencia de La Pecera con respecto a otras publicaciones que circulan más o menos en el mismo periodo. ¿Uds. presentaban una agenda propia o bien discutían con otras revistas?

Como ya te dije, desde el inicio quisimos salir del espacio cerrado de las revistas de poesía y señalar los cruces entre artes y saberes.  

No por eso, esquivamos discusiones si se planteaban, pero no era habitual que las hubiera, excepto dos o tres habituales en el ámbito claustrofóbico de la poesía: verso medido o libre, realismo político o neorromanticismo, parodia o sentimentalismo, etc. Nada nuevo bajo el sol. No dedicamos nuestro esfuerzo a tales cuestiones, pero teníamos nuestra propia lectura de lo que sucedía y algunas notas hubo que dieron de qué hablar. Por ejemplo, en el número 4 del año 2003, escribí un artículo sobre “las polémicas de la poesía argentina”, reflexionaba sobre un discurso de Pablo Anadón que escuché en el Festival de Rosario. También recuerdo que en el número 7 del 2004, hablé de lo que a mi entender era “Una lectura errónea” que se construía alrededor de la poesía de Joaquín Giannuzzi.

Un aspecto que nos daba gusto era el de poner en circulación algunos poetas que se conocían poco o habían sido ninguneados en el país. Fue el caso de Antonio Gamoneda, Arnaldo Calveyra, Luisa Futuransky, Gianni Siccardi, a Dimitris Kalokyris, Michael Krüger, entre muchos otros. También era una manera de tomar posición.

Por otro lado, escribir fuera de Buenos Aires nos exponía a la extraña clasificación del regionalismo provinciano. Muchas veces hablamos de este crucial tema con David Lagmanovich.  Corríamos el riesgo de ser bautizados como “los de Mar del Plata” y, en consecuencia, corridos del centro. Creo que, de cierta manera, este aspecto se sumó a las características “weird” de La Pecera y la fue convirtiendo en “difícil de entender”, en “muy culta”, o alguna de esas clasificaciones anti-intelectuales que son habituales en la poesía y en otras disciplinas artísticas.

 

 

 

*Doctor en historia. Investigador del conicet (uba-ravignani). Docente en uader, sede paraná. Publicó mas de diez libros de poesía e historia. Entre los últimos podemos destacar, "quien no le tiró una piedrita al mundo" (antología) y "una casita que arde" (alción, 2020); "sobre la tierra" y "entre aguas" (ana editorial, 2020); y "el fraile castañeda, ¿el “trompeta de la discordia”?" (prometeo, 2020). En 2021 publicará "la luna tiembla en mi cuerpo de agua" (barnacle).

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