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La última conversación con Roberto Juarroz

“La poesía tiene una misión: hacer ver”
Por MARTHA VARGAS

El siguiente reportaje de Martha Vargas al poeta R. Juárroz fue publicado el 1 de junio de 1996 en Generación Abierta. Nuestra revista quiere brindar un homenaje a la entrevistadora y poeta con la reedición de este documento.  

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Roberto Juarroz fue uno de los poetas de habla hispana con una obra fuertemente reconocida. Fue traducida al inglés, al francés, al alemán, italiano, portugués, holandés y rumano entre otras lenguas. Fue autor de poemas como este: “¿Cómo retroceder?/ ¿Cómo recuperar nuestros paréntesis?/ Cómo recobrar el silencio de ser uno/ y no tantos o ninguno?”.


El “yo” universal y la preocupación existencial actúan como “ejes vertebradores” de su obra. Un poeta que opina que la poesía tiene sentido cuando aporta voz al silencio del hombre, fue el autor de varios y un solo libro de poesía con el título de “Poesía Vertical” y el número que indica su ordinal. Fue un hombre magnético, si cupiera calificarlo. Un hombre que necesitaba conocer, que necesitaba proyectarse más allá, al más allá de las cosas: “Dibujaba ventanas en las puertas/ Pero nunca dibujó una puerta/ No quería entrar ni salir/ Sabia que no se puede/ Solamente quería ver : Ver”.


Saber de misterios, de lo insólito, de otra realidad. Si sabemos ver en cada rayo de luz, en cada cono de sombra, en cada gesto del hombre ¿cómo hacer para expresarlo y al mismo tiempo celebrar aquello que se nos escapa, que no sabemos que es la incógnita?. Sólo el poeta lo sabe, tiene una sola manera de decirlo, a través de sus poemas. Los poemas son como presencias, que aparecen, pero que a veces se nos van. Vienen para acompañar el destino del hombre y hacerlo menos solitario, menos abandonado. “La ausencia de Dios me fortifica/ Puedo invocar mejor su ausencia/ que si invocara su presencia.”

G.A.: Es como abrir los ojos por segunda vez, para ver…

R.J.: No basta con nacer una sola vez, cortar el cordón umbilical en el origen fisiológico. Hay que nacer por segunda vez, hay que abrir los ojos de nuevo. Cuenta Becket que siendo joven asistió a una conferencia nada menos que de Jung; preocupado, se tomó la cabeza entre las manos y dijo: “No me di cuenta, ella no había nacido aún”. Ese es el sentido de la poesía, nacer de nuevo, hacer ver de nuevo la realidad, darse cuenta de que la realidad nos ha dado solamente una de sus fases.

G.A.: La realidad tiene otros lados…
R.J.: Esas versiones de la realidad que ve la poesía. Son infinitas. ¿La poesía como elemento para despertar al hombre, no es hermoso?
“No nos han enseñado el único ejercicio que podría salvarnos/aprender a sostenernos de una sombra.”

 

G.A.: ¿Cuál sería la relación entre poesía y realidad?
R.J.: La relación entre poesía y lo que llamamos “la realidad” es la palabra y el silencio del hombre. Qué visión pequeña, escuálida, tenemos de la realidad de las cosas. Frente a eso inmenso, que no podemos definir, como todo lo grande, que es la realidad, nos limitamos a un pequeño sector, el mundo nos ha anulado la visión de esa infinita metamorfosis que fluye. Lo dijo hace muchos años un poeta y fue aseverado por Aldoux Huxley: “Si se limpiaran las puertas de la percepción, los oídos, los ojos, las manos, el olfato, la lengua, las mentes, todas las cosas aparecerían tal cual son, infinitas. Vemos solamente su comienzo, nada más que su comienzo”.

G.A.: Elytis, el griego, decía que cada palabra y cada silencio son irreemplazables.
R.J.: Hace años, en Colombia, encontré en una librería, un librito de Odysseas Elytis, este verso que no puedo olvidar: “lo que amo está siempre empezando”. Es decir, lo que amamos está siempre en su comienzo, está siempre en su primera vez. Así debe sentirse el lenguaje, amar así, es, en definitiva, ser más hombre, es duplicar la humanidad del hombre.

Juarroz era un poeta de contundencias: “No hay poesía en su verdadero sentido si no está sostenido detrás por una contemplación, una meditación, una reflexión, un silencio que abarque todo el lenguaje, que abarque la inteligencia abierta del hombre”.
Creía Juarroz que la poesía es la manera de ver más hondo la realidad, la mayor parte posible de la realidad, “al fin y al cabo, toda no se la ve nunca”. Afirma: “Cómo no buscar en la voz de los grandes poetas el testimonio de esa realidad, los indicadores, las formas de esa realidad, qué acercamiento mayor puede haber a la realidad”.

G.A.: ¿Puede darse una definición de la poesía?
R.J.: Aunque creo que no puede darse una definición de la poesía, a mí me seducen por ejemplo, las palabras de Heiddeguer, cuando dice que “es la fundación del ser” por medio de la palabra. Fundación de ser por esa simbiosis extraña que se da en la poesía entre palabra y silencio. Claudel lo dijo bellamente “mi poesía no consiste en estas letras puestas como clavos sobre el papel, sino en el blanco que las rodea”. Lo dicho y lo no dicho, fundiéndose en una sola unidad, eso es la poesía.
“Las lámparas apagadas/ suelen encenderse nuevamente/ de su propio agotamiento”.
Hay otra cosa  que me preocupa. Hemos perdido, entre muchas otras cosas la sacralidad de lo vivo. Una vida es algo sagrado, sagrado no es sólo Dios, sagrado es todo lo que existe, nos hemos olvidado de eso, por eso el hombre no respeta al hombre. Pero cómo va a respetar al hombre si no respeta un árbol, no respeta una matita de pasto, no respeta un animal, no respeta nada. Como lógica consecuencia de esto, termina por no respetarse a sí mismo.
“A veces parece/ que estamos en el centro de la fiesta./ Sin embargo/ en el centro de la fiesta no hay nadie/ en el centro de la fiesta está el vacío”.

G.A.: No se trata del sentido religioso tradicional, hay algo más.
R.J.: Yo lo llamo resacralización, porque, o, recuperemos lo que es respetar un reflejo en la pared, o un hombre que resbala y cae, o no tenemos esperanzas. La poesía tiene una formidable proyección hacia aquello que Antonio Machado llamó la incurable “otredad” que padece lo uno, es decir, el sentido de lo otro, siempre de lo otro. Detrás de cada cosa hay otra cosa, detrás de cada ser humano hay otro ser humano. Ese más allá, es paradójicamente lo que nos hace reconocer mejor que nada el más acá, lo que está cerca: “Sólo las miradas largas reconocen lo que está cerca”. ¿No lo cree así?.

G.A.: Sí, verdaderamente así lo creo. ¿Qué rol, por emplear esta palabra tan al uso, desempeña el arte frente a lossucesos históricos?.
R.J.: El concepto de historia se ha mitificado. Se dice historia con mayúscula, como antes decíamos Dios. En esta denominada cultura, se piensa en la historia como en el valor clave. No es así, la historia, a menos que la tomemos como una entelequia, como un ser en sí, es una interpretación determinada de ciertos hechos a los que se pretende dar un sentido. Es todo lo contrario del arte. El arte sabe que todas las cosas tienen múltiples sentidos y que todas las interpretaciones sobre un hecho, son opiniones y nada más que opiniones. El arte, en cambio, es la relativización de todos los absolutos.


Le comenté a Roberto Juarroz el hecho de la opinión de ciertos jóvenes creadores, respecto de la obra de artistas mayores, cualquiera sea su rama. Actitud de crítica que suele ser muy estricta. Me respondió que creía que los jóvenes deben entender que cada cosa que la humanidad conquista supone una larga, larguísima evolución : “Creo que hay algo más que no ven algunos grupos y es que todas las cosas deben tener raíces, de lo contrario el árbol se cae y que encontrar esas raíces, como encontrar las fuentes de algo, constituye una de las claves para poder hacer algo nuevo.”
– El mismo hecho de expresarme, para mí, supone un milagro.

 

Todo comienza en otra parte.

No importa que algunas cosas
todavía estén aquí
y hasta acaben aquí
aquí no empieza nada.

Por eso esta palabra, este silencio,
esta mesa, el florero, tus pasos,
en rigor no estuvieron nunca aquí.

Todo está siempre en otra parte :
allí donde comienza.


(DE DECIMOTERCERA POESIA VERTICAL,1993)

 

 

 

El vacío de la mano cerrada
es mayor que el de la mano abierta,
pero no basta abrir lo mano
para que disminuya el vacío:
es preciso también abrir el aire que la envuelve,
las sombras de la mano,
el recuerdo de las formas que tuvo.

Para abrir el vacío
hay que abreviar también el mundo


(DE OCTAVA POESIA VERTICAL,1984)

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