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Poesía italiana HOY

SIMONE CATTANEO MARTINI

I SEGNI DELLA VIOLENZA

Las marcas de la violencia

Nació en 1981, en Gallarate, Italia. Es profesor titular de Literatura española y Lengua y literatura catalanas en la “Università degli Studi” de Milán. Ha publicado los ensayos La cultura X. Mercado, Pop y tradición. Juan Bonilla, Ray Loriga y Juan Manuel de Prada (Carpe Noctem, 2017) y LiteraTVra. Hibridaciones televisivas en la narrativa española actual (Calambur, 2019), dos novelas negras – I tuoi capelli fermi come il lago (Robin, 2018) y Come un dio che dorme (Robin, 2024) – y el poemario I segni della violenza (LietoColle, 2018), del que proceden los textos aquí traducidos por Osvaldo Picardo.

(Ilustración Uccello di fuoco de Michele Cannaò)

Uccello di fuoco Ave de fuego deMichele Cannaò.jpg

Quien habla tiene que decir

las cosas que dice y tal vez no

o tal vez otras. Pero es un hecho que el que calla

deja que todo lo que le pase a él

lo hagan a alguien más.

Giovanni Raboni[1]

 

 

“No son solo de ellos

las historias de los demás,

se escapan de las líneas de la mano,

se ramifican en las venas,

estallan en la sangre

donde termina la piel y comienza

el silencio de quienes no pueden hablar”.

 

Esto me dijiste antes de darme la espalda

con el giro mudo de las horas, de los meses

abriéndote a la nada que nos une

como dos caras de una misma moneda.

 

 

LO QUE ESTÁ EN OTRA PARTE

 

Aquí, en medio de este sur ardiente,

tengo los ojos pulidos con aire y vidrio,

mi voz va y viene con las olas,

bronca como el eco

de una caracola rota,

se enreda entre los corales de los dedos

de los que se fueron y nunca llegaron,

aparta de esas frentes azules de agua

las algas negras de sus cabellos.

 

 

“¿Por qué malgastar el alma

imaginando lo que está en otra parte?

Simplemente levanta el tazón vacío,

olés a la muerte

que se esconde debajo de las axilas

de tu hijo menor,

que se enreda en el pelo de tu madre

y no quiere saber nada de rendirse,

de volver con los vecinos,

entre lo negro de esos tres cuerpos”.

 

 

“He visto demasiados

perros vagabundos hinchados por el agua.

Aquí, la ley de la manada

no convoca a nadie;

solo sirve

para salvar a unos pocos”.

 

 

"¿Qué queda de nosotros

en los ojos de los que se van lejos?

Un adiós gritado en un idioma

extranjero en la boca de nuestros hijos,

un saludo insinuado a contraviento

y de mala gana en una noche de olas

que baja los párpados".

 

 

"No les importan las arrugas,

tampoco la flacura o la gordura,

para ellos somos hembras, no mujeres,

imponen el deseo a la piedad,

truecan nuestros cuerpos,

los transforman en larvas o cáscaras.

 

Sin saberlo,

nos disponen para el viaje".

 

 

“Hundo los dedos en la arena,

en la calidez de una madre perdida

con el corazón vacío y vuelto a otra parte,

amargo como el carozo de una fruta

comida más por rabia que por hambre”.

 

El violeta incierto y sesgado de la tarde

apura los gestos de decenas de sombras,

hace definitivos los adioses.

 

 

Insectos y preguntas zumban en el aire

mientras el tabaco aguanta la espera,

pero el reflejo de brea del agua

se torna un silencio oscuro en la garganta.

 

 

El norte nadie lo cuenta antes.

Se va hacia él y basta.

A miles.

 

 

“Si me preguntás cuánto queda

cierro los ojos y callo.

Cuando uno huye no cuenta el destino,

importa quién tiene más aliento y menos miedo”.

 

 

No hace ruido el desgarro de la sangre

aquí donde empieza el mar.

“Somos gestos de cine mudo,

frases dichas sin mirar a la cara

una tierra que nos dio la espalda.”

 

 

"Intercambiamos nuestros nombres

después de los silencios de la primera noche,

los escribimos con el viento

en la séptima ola,

en el anillo del eco que vuelve".

 

 

Incluso así, se puede ser amigo:

camisas blancas abiertas en el pecho,

sonrisas cosidas en los labios.

 

 

¿Cuánto pesa este dolor?

 

"Esta agua que tenemos bajo los pies

encerrada en la cáscara del Mediterráneo

—para tantos pueblos

poco más que una palangana—

es un pozo de olas y muerte,

una bodega con un olor a animal

que muerde la dignidad y los ojos

y no ve tierra a su alrededor".

 

 

“Mi infancia en el eco

de sus risas

con vacíos de inconsciencia

y desvelos de cristales entre mis dientes,

mujeres todavía madres y ya hembras,

el sexo como una brújula

que desorienta y sacude,

la cuerda de la edad colgando de mi cuello,

en la ola la piedra de mi futuro.”

 

 

“Lo peces se escabullen dejando huérfana
la noche que tiene ojos de perro ciego,
los brazos son palancas de un dolor
que de mi pecho va a mi cerebro

como el canto de un ahogado
que solo recuerda dunas y arena.”


 

"Nada nos cuesta imaginar

que dormimos y no estamos acá.

Con párpados de ceniza

recogemos piedras aún calientes por el pan

como huevos con un pasado a punto de eclosionar.

Las tiraremos por la borda:

germinarán en las sienes de aquellos

que en los bolsillos llevaban un poco de tierra".


 

Pasa su lengua rosada el alba

de las heridas a la sal,

lame la ingle ya sin deseos,

rellena la boca de palabras

aprendidas en un diccionario,

señalan los dedos tierras

dibujadas en un atlas

apenas con las yemas,

como el retrato de un hijo

que se fue demasiado pronto.

 

 

Donde el agua suspende
el pensamiento del mundo
es un círculo que no se cierra
el tiempo sin tiempo del miedo.

 

 

"La segunda piel del instinto
ata las venas de las muñecas al corazón.
Estamos aquí listos para el salto y la defensa,
con el cabello en salitre,
los puños agarrados a la espuma de las olas,
tras la estela de un cuerpo sin branquias:
sombra de superficie en lo profundo".

 

 

“Recuerdo el futuro,

soñado en la sed del desierto:

las dunas multiplicaban mi vientre.

Las olas, a contratiempo

de tu respiración y de la mía,

lo vacían de vos,

coágulo de carne y sangre en la noche,

como esa luz de ciertas criaturas

que atraen a sus presas en los abismos.”

 

 

“Tocame y decime que estás acá conmigo:

la distancia es demasiada

para el poco amor que nos queda”.

 

 

El agua bulle de azul y de plata en los ojos

de los vivos que miran a los muertos.

 

Nadie sabe el instante

del tiempo que le es dado.

 

"Todos estaremos en otra parte,

cerca de la costa,

donde la vida y la sangre

unen en un parpadeo

el respiro que separa el nuevo día

de los siete cadáveres

retorcidos en la nada".

 

[1] Chi parla ha da dire / le cose che dice e forse no / o forse altre. Ma è un fatto che chi tace / lascia che tutto gli succeda e quel ch’è peggio / lascia che quello che hanno fatto a lui lo facciano / a qualcun altro.

“Non sono solo loro

le storie degli altri,

sfuggono alle linee della mano,

si diramano in vene,

esplodono nel sangue

dove finisce la pelle e inizia

il silenzio di chi non può parlare.”

 

Così mi hai detto prima di voltarti

nel giro muto delle ore, dei mesi,

aprendoti al nulla che ci tiene

come due facce di una stessa medaglia.

 

 

​​QUELLO CHE C´È ALTROVE

 

Qui, nel centro di questo sud che brucia,

ho gli occhi levigati d’aria e di vetro,

la mia voce va e torna con le onde,

è roca come l’eco

di una conchiglia rotta,

si impiglia tra i coralli delle dita

di chi è partito e non è mai arrivato,

scosta da quelle fronti azzurre d’acqua

le alghe nere dei loro capelli.

 

 

“Perché dannarsi l’anima

a immaginare quello che c’è altrove?

Basta sollevare la ciotola vuota,

annusare l’odore della morte

che si rifugia sotto le ascelle

di tuo figlio minore,

tra i capelli di tua madre,

e non ne vuole sapere di arrendersi,

di tornare dai vicini,

tra il nero di quei tre corpi.”

 

 

“Ne ho visti tanti:

cani randagi gonfi d’acqua.

Qui la legge del branco

non chiama a raccolta

serve soltanto

perché se ne salvi qualcuno.”

 

 

“Cosa resta di noi

negli occhi di chi se ne va lontano?

Un addio gridato in una lingua

che in bocca ai figli suonerà straniera,

un cenno di saluto in controvento

e controvoglia in una notte di onde

che abbassa le palpebre.”

 

“Non badano alle rughe,
alla carne in difetto o in eccesso,
per loro non siamo donne ma femmine,

impongono la voglia alla pietà,

scambiano i nostri corpi,
restituiscono larve o gusci.

Senza saperlo,

preparano al viaggio.”
 

...

“Affondo le mie dita nella sabbia,
nel calore di una madre che si perde

col cuore vuoto e rivolto altrove,

amaro come il nocciolo di un frutto
mangiato più per rabbia che per fame”.

Il viola incerto e obliquo della sera

affretta i gesti di decine d’ombre,

rende definitivi gli addii.

 

...

​Ronzano insetti e domande nell’aria

tra il tabacco che regge l’attesa,
ma il riflesso di pece dell’acqua
si fa silenzio di buio in gola.

 

...

 

Il nord nessuno lo racconta prima.

Gli si va incontro e basta.
A migliaia.

 

...


“Se tu mi chiedi qual è la distanza
chiudo le palpebre e non ti rispondo.

Quando si fugge non conta la meta,

importa chi ha più fiato e meno paura.”

 

...
 

​Non fa rumore lo strappo del sangue
qui dove inizia il mare.

“Siamo gesti da cinema muto,

frasi dette di schiena
a una terra che ci ha voltato le spalle.”

 

...

 

​“Scambiamo i nostri nomi
dopo i silenzi della prima notte,

li scriviamo col vento
sulla settima onda,
nell’anello dell’eco che va e torna.”

 

...

 

​Anche così si può essere amici:
le camicie bianche aperte sul petto,

i sorrisi cuciti nelle labbra.

 

...

Quanto pesa questo dolore?

“Quest’acqua che portiamo sotto i piedi
chiusa nel guscio del Mediterraneo
– per così tanti popoli

poco più di un catino –
è un pozzo di onde e morte,
una stiva dall’odore di animale
che morde dignità e occhi
e intorno a sé non vede terra.”

 

...

 

“La mia infanzia nell’eco
delle loro risate
con vuoti d’incoscienza
e nottate di vetri tra i denti,
le donne ancora madri e già femmine,

il sesso come una bussola
che disorienta e scuote,
la corda dell’età appesa al collo,

nell’onda la pietra del mio futuro.”

 

...

 

“I pesci guizzano via lasciando orfana
la notte che ha occhi di cane cieco,

le braccia sono leve di un dolore
che dal mio petto va fino al cervello

come il canto di un annegato
che solo ha memoria di dune e sabbia.”

 

...

 

​“A noi non costa nulla immaginarci

dentro al sonno e fuori da qui.
Con palpebre di cenere

raccogliamo pietre calde di pane
come uova con un passato da schiudere.

Le faremo cadere fuoribordo:

germoglieranno sulle tempie
di chi in tasca aveva un po’ di terra.”

 

...

 

La lingua rosa dell’alba
passa dalle ferite al sale,
percorre l’inguine senza più voglie,
spinge nella bocca 

parole apprese in un dizionario,

le dita indicano terre
disegnate su un atlante

con i polpastrelli,
come il ritratto di un figlio

venuto a mancare troppo presto.

 

...

 

Dove l’acqua sospende
il pensiero del mondo
è un cerchio che non si chiude
il tempo senza tempo della paura.

 

...

 

“La seconda pelle dell’istinto
ci lega le vene dei polsi al cuore.

Siamo qui pronti al balzo e alla difesa,

con i capelli duri di sale,
i pugni stretti a una bava d’onda,
alla scia di un corpo senza branchie:
ombra di superficie nel profondo.”

 

...

 

“Ricordo il futuro,
sognato nella sete del deserto:
le dune moltiplicavano il mio ventre.

Le onde in controtempo
al tuo e al mio respiro

lo svuotano di te,
grumo di carne e sangue nella notte,

come la luce di certe creature
che attira le prede negli abissi.”

 

...

 

“Toccami e dimmi che sei qui con me:
la distanza è troppa
per il poco amore che ci resta.”

 

...

 

L’acqua ribolle d’azzurro e argento
di occhi vivi che fissano i morti.

Nessuno può conoscere
la brevità del tempo che gli è dato.

“Tutti saremo altrove,

vicini alla costa,
dove vita e sangue
uniscono in un battere di ciglia
il respiro che separa il nuovo giorno

dai sette cadaveri
attorcigliati nel nulla.”

 

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