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NUEVA VISITA A "LA CIUDAD" DE KAVAFIS
por Carlos Spinedi

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

"Cada escritor crea a sus precursores"

Jorge Luis Borges

 

 

 

Entre los poemas más conocidos y celebrados del poeta neo-helénico Constantino Kavafis es posible destacar Esperando a los bárbaros o Que el dios abandonaba a Antonio, entre otros; pero uno que sin duda alcanzó gran difusión entre el público no especializado es La ciudad. Ello es así -más allá de los méritos propios de este poema- por estar ligado a un éxito editorial ajeno, cuyos ecos aún perduran: el Cuarteto de Alejandría, de Lawrence Durrell, obra donde flota omnipresente la figura del "viejo de la ciudad", el cual no es otro que el ya legendario Kavafis. En la primera novela de esa tetralogía, Justine, el poema La ciudad es evocado por uno de los protagonistas y, posteriormente, trascripto en forma íntegra, en las notas complementarias que forman parte de esa obra.

Mas esto, que no pasa de ser hoy una curiosidad literaria, nos invita a una primera reflexión:¿es Alejandría la ciudad a la que se alude en el poema?

Si se coteja la correspondencia entre el autor y su malogrado amigo Andonis Rallis, con una primera versión poco frecuentada del poema de 1894, que nunca llegó a publicarse en vida del poeta:

 

DE NUEVO EN LA MISMA CIUDAD :  

Dijiste: “Iré a otra tierra, .iré a otro mar

  Otra ciudad ha de hallarse mejor que ésta.

 Mi vista a ha asqueado, se ha asqueado mi oído

 y está mi corazón - como cadáver -sepultado

 ¡Hasta cuándo este marasmo permanecerá en mi espíritu!

 Odio a la gente que aquí me odia

  aquí donde media vida mía

  la  pasé, y en vano la perdí, la destruí.”

Nuevos lugares no hallarás, no hallarás otros mares

  La ciudad te seguirá. Rondarás por las mismas

 calles. Y en los mismos barrios te harás viejo

 y en las mismas casas encanecerás.

  Por más lejos que vayas, lo más lejos que esperes,

de nuevo en la misma ciudad te veré.

  Ah si tu vida la destruiste aquí

 en este rincón pequeño - en toda la tierra la destruiste. (1)

   

Nautilus

Carlos Spinedi nació en 1928 en la ciudad de Río Gallegos (Provincia de Santa Cruz); su infancia y adolescencia transcurrieron en Santa Rosa de Toay y Rosario de Santa Fe y,  por más de medio siglo, vivió en Buenos Aires. En la década del 60 colaboró con Jorge Luis Borges y José Edmundo Clemente en la Biblioteca Nacional y, hasta 1976, en la Escuela Nacional de Bibliotecarios. Sus poemas figuran en diversas antologías nacionales e internacionales.Tradujo de portugués al poeta paulista José Paulo Paes y del griego poemas de Kavafis, Ritsos, Elytis, Seferis, K. Dimoulá, entre otros, en colaboración con Nina Anghelidis. También con esta última confeccionó la antología de "Poesía Griega Contemporánea", editada en La Habana en 1998.

alleció a los 86 años de edad en Buenos Aires el 29 de julio de 2015.

 

Se puede concluir, como lo hace la ensayista italiana Paola Minucci, que la ciudad aludida en el poema es Alejandría. (2) Pero no es menos cierto que en su forma final La ciudad de Kavafis se despersonaliza para transformarse en una ciudad metafísica, o " metafórica". Se evocan en ella conflictos morales de aquellos que aquejan frecuentemente a los seres humanos, más que imágenes concretas de personas o lugares físicos reconocibles. Esta ciudad puede ser cualquier ciudad. La asociamos con Alejandría por ser la mítica ciudad natal del poeta, y  adonde él eligió vivir; La ciudad del poema no está en ningún mapa.

LA CIUDAD

 

 Iré a otra ciudad -dijiste - iré a otro mar.

 Otra ciudad mejor que esta encontraré

 Todo esfuerzo mío está de antemano condenado.

 Y mi corazón yace - como muerto - en el sepulcro

 ¿Hasta cuándo permanecerá mi espíritu en esta aflicción?

 Adonde vuelvo mis ojos, hacia donde mire

 veo las ruinas sombrías  de mi vida aquí,

 donde pasé y arruiné y perdí tantos años.

 

 

 Nuevos lugares no hallarás, no hallarás nuevos mares.

 La ciudad te seguirá. Vagarás por las mismas

 calles. Y envejecerás en los mismos barrios

 y en las mismas casas blanquearán tus cabellos.

 Siempre llegarás a esta ciudad. Para otra tierra- no lo esperes -

 ya no hay barco para ti, no hay camino.

 Así como has destruido aquí tu vida

 en este pequeño rincón, en todo el mundo la arruinaste. (3)

 

Adentrándonos en el análisis del poema trataremos de indagar sobre las fuentes que Kavafis pudo haber tenido a la vista en el momento de su composición.

Previamente creemos oportuno reiterar aquí la advertencia, formulada por el crítico Dimitris Dimirouly, en el sentido de que sí bien muchas veces nuestro poeta rescata temáticamente personajes o situaciones de escasa -o ninguna- trascendencia histórica, cuando lo hace esas presencias adquieren una significación diferente, a veces paradójica, como en el caso de su poema Itaca, al cambiar el punto de vista tradicional o al alterar los valores y sus énfasis.

La crítica debe, en esta resbaladiza materia, extremar su prudencia para no confundir a los lectores con afirmaciones aventuradas o desconcertantes, como ocurre en el caso del escritor griego Timos Malanos, biógrafo y, a la vez, comentarista de la obra de Kavafis, quien relaciona La ciudad con un epigrama de Calímaco, recogido en el Libro VII de la Antología Palatina, bajo el número 471: "¡Adiós, Sol!, dijo Cleombroto de Ambracia, y desde lo alto de la muralla saltó al Hades. No tenía ningún motivo para morir, pero había leído un texto de Platón sobre el alma". (4)  Pedro Bádenas de la Peña, encuentra inverosímil esta relación que establece Malanos. Tal vinculación entre ambos textos resulta, por lo menos, forzada; sólo extremando la imaginación y la buena voluntad pueden asociarse ambos poemas. No es posible suponer que el imprevisible salto del joven discípulo de Platón estuviera inspirado por la búsqueda de la felicidad en el otro mundo, sobre la base de no permanecer en éste.

Un antecedente mucho más plausible y que sí pudo atraer la atención de Kavafis, sirviendo como punto de partida para su reflexión, lo encontramos en un epigrama de Paladas de Alejandría (siglo IV d. C.)

Volvamos a releer primero La ciudad. En la primera parte del poema, que pertenece a los llamados canónicos y que fuera escrito en 1910, cuando el autor tenía cuarenta y siete años, Kavafis se coloca en el lugar -hace suya la voz- de un interlocutor no identificado e indaga en los motivos que pudieron impulsarlo a partir en busca de nuevos horizontes. En la segunda parte, el poeta le advierte sobre la inutilidad de su intento de evasión, sobre la seguridad de su fracaso y le descubre las razones que lo condenan de antemano, al buscar fuera de sí la solución de un problema que está enraizado en él y que, consecuentemente, lo acompañará a donde quiera que vaya.

Pero ¿ a quién se dirige Kavafis? ¿Se trata tan sólo de un mero recurso retórico o tenía en mente un interlocutor real o - por lo menos - imaginario? En la citada Antología Palatina, tradujimos del Libro XI, bajo el número 306, un epigrama del alejandrino Paladas que casa bien con La ciudad y donde, tal vez, podamos encontrar la respuesta: "Si tú vas siempre de Alejandría a Antioquia y de Siria a Italia, no harás jamás un rico matrimonio. Sin embargo, es con esta esperanza que revoloteas así de ciudad en ciudad".

No resulta difícil imaginar a Kavafis, frecuentador asiduo de esa antología de poesía griega del período helenístico, tomando a ese frustrado viajero como el destinatario de su melancólica advertencia. Observemos que, además de la existencia de un viajero que procura encontrar el objeto de su ilusión en distintas ciudades por las que deambula sin éxito, aparece la conclusión de Paladas, quien le recuerda que ese peregrinaje será en vano ("no harás jamás un rico matrimonio"); es decir, no obtendrá en otras ciudades lo que busca tan empeñosamente; será fallida su esperanza. Fiel a su estilo epigramático, Paladas no intenta explicar las razones que lo impiden; Kavafis sí: de una manera patética le muestra su futuro e incursiona en las causas que determinarán su fracaso.

Robert Liddell, autor de " Kavafis, una biografía crítica", (5) al referirse al poema aquí glosado señala: "Tras el poema hallamos  un sentimiento universal : caelum non animun mutant qui trans mare currunt, para aclarar en una nota al pie de la página: "El hexámetro en cuestión es el verso 27 del poema XI, del libro primero de las Epístolas de Horacio: cambian de cielo, no de carácter quienes pasan el mar.

Liddell, inexplicablemente, parece no advertir que ambos poemas tienen bastante más en común; pues la lectura de los versos inmediatos anteriores y siguientes de la epístola horaciana, nos descubre que estamos ante un antecedente directo del poema "La ciudad" y, - porqué no- del epigrama de Paladas, ya que ambos poetas alejandrinos no pudieron desconocerlo, en cuanto en sus versos  se descalifica también la creencia generalizada de que cuando  la desdicha  nos alcanza allí donde vivimos, es posible eludirla huyendo hacia otras latitudes. Se dice en esos versos:

 

"No el lugar desde donde se extienden las olas a los lejos, sino la razón y prudencia  son las que disipan las crueles inquietudes. Los que navegan a través del mar mudan de cielo, pero no la disposición del ánimo. ¡Inútiles y vanos esfuerzos! Volamos tras la dicha recorriendo la tierra  en las cuadrigas y el mar en las naves, y lo que buscamos  está aquí, en la misma aldea de Ulubres, si sabemos conservar el espíritu completamente sereno" (6)

 

Pero el personaje ideal al que se dirige Kavafis no viaja en pos  de la felicidad  como el de Paladas - suponiendo que un matrimonio ventajoso debe necesariamente hacerlo feliz - sino que lo hace intentando huir de  la desgracia que el mismo ha provocado. Su motivación está más próxima al marasmo que reina en el estado de ánimo que describe Lucrecio, antes que Horacio, en "De la naturaleza de las cosas":

 

Uno a las veces deja su palacio

por huir del fastidio de su casa,

y al momento se vuelve, no encontrando

 algún alivio fuera a sus pesares:

 corre a sus tierras otro a rienda suelta,

como a apagar el fuego de su casa,

 se disgusta de pronto cuando apenas

los umbrales pisó, o se rinde al sueño

 y procura olvidarse de sí mismo,

o vuelve a la ciudad de nuevo al punto

 cada uno a sí se huye de ese modo... (7)"

 

Empero, Kavafis introduce, como suele hacer cuando tiene ante su vista antecedentes históricos o literarios, un nuevo elemento - verdadera vuelta de tuerca - en el tratamiento del tema que no aparece en Paladas, Horacio o Lucrecio; a saber: la conciencia de la propia culpa, sin redención posible. No hay lugar en su poema para arrepentimientos. Antes que al juicio sereno preconizado por Horacio, asistimos a una  manifestación de desesperanzado pesimismo.

Relativizando ese pesimismo que solía atribuírsele -y del cual "La ciudad" pareciera  un buen ejemplo- Kavafis, en algunas conversaciones que se han rescatado (8) aclaró "que hay que tener en cuenta que no fueron escritos como representativos de una manera de ser general de la humanidad, sino particular" y que "en La ciudad no quiere decir que cualquiera que pierde su vida no la puede arreglar en otra parte. Pero existen individuos que, cuando desperdician su vida en un pequeño rincón, 'en toda la tierra la han perdido.' Hay individuos para los que no existe nave, no existe camino para otro. La ciudad describe una circunstancia particular. Esta explicación no resulta muy convincente, porque -a nuestro juicio- no aclaran nada.

Nos parece mejor hacer hablar a los textos. Si dejamos de lado el tema de Alejandría, ya examinado aquí, la confrontación de las dos versiones del poema muestra algunas sugerentes diferencias. La principal de ellas se evidencia en el cambio de título-:  La ciudad viene a reemplazar al original De nuevo en la misma ciudad. Esta modificación muestra el cambio de óptica con que el autor de Itaca encara la segunda versión, que en definitiva será la canónica. El primer título enuncia una idea que es explícitamente receptada en el cuerpo del poema, cual es que la previsible e inútil búsqueda concluirá en la misma ciudad de la que se partió. Enunciado que coincide con el precitado verso de Lucrecio " o vuelve a la ciudad de nuevo al punto", salvo que el viajero procure olvidarse de sí mismo, posibilidad que Kavafis le niega.

Otra diferencia significativa la constituye el condicional "si" empleado en el penúltimo verso de la primer versión; en ella la autodestrucción todavía no se ha consumado. El poema opera, en este caso, como advertencia -nos encontramos ante el " monólogo didáctico" a que alude la mencionada Minucci - mientras que en la segunda y última versión la condición se ha cumplido y la advertencia se transforma, entonces, en reproche. Es decir que en su forma final el poema acentúa su pesimismo, al tornar irreversible la situación.

La explicación de Kavafis, que suena más a excusa, resulta por lo menos débil. " Las cosas que le ocurren a un hombre les ocurren a todos" - recuerda Borges (9) y la popularidad alcanzada por La ciudad muestra que más de uno, sin duda, se prueba ese sayo.

Por último, si examinamos la historia personal del poeta veremos que él no se entregó a la fantasía de perseguir la felicidad en otros lugares. Eligió permanecer toda su vida en sus dos Alejandrías - la real y la poética - vagando por sus calles, envejeciendo en sus barrios y viendo encanecer sus cabellos en esas mismas casas donde eligió morir.

 

 

NOTAS

 

1) Miguel  Castillo Didier - " Kavafis íntegro" - Tomo II - pág. 693 -Centro de Estudios Bizantinos y Neo-helénicos  " Fotios Malleros" - Facultad de Filosofía y Humanidades- Universidad de Chile - Santiago - 1991;

2) Paola M. Minucci - " Constantino Kavafis " - pág. 18 - La Nouva Italia - N° 150 - Firenze - junio de 1979;

3) Miguel Castillo Didier - op. cit. - Tomo I - pág. 259; -

4) Calímaco - "Epigramas" - pág. 29 - Trad. de Horacio Castillo - Órgano del Departamento de Cultura de la Universidad de Carabobo -Venezuela - Valencia - 1979;

5) Robert Lidell - "KAVAFIS, una biografía crítica" - pág. 71 - Trad. de C. Miralles - Ultramar Editores - 1a. ed. - Madrid - 1980;

6) Horacio - Obras Completas - T° II - Sátiras y Epístolas - Epístola XI ( a Bulacio)  -pág. 126

7 - Trad. de  Germán Salinas - Biblioteca Clásica  CCXXIV- Librería Perlado, Páez y Cía. - Madrid - 1909;

7) Lucrecio - " De la naturaleza de las cosas" - Versos 1458

1468 - pág. 134 - Trad. del Abate José Marchena -Biblioteca Clásica CC - Lib. de Hernando y Compañía - Madrid - 1897;

8) Y. Lejonitis - " Autocomentarios de Kavafis" -Alejandría-1942; en K-P- Kavafis - "Prosas" - pág. 101 - Trad. de  José García Vázquez y Horacio Silvestre Landrobe - Editorial Tecnos - Madrid - 1991;

9) Jorge Luis Borges - Obras Completas ( 1923-1972) - pág. 9 - Emece Editores- Bs. As. - 1974

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