La sutileza de lo oculto
(a propósito de la poesía surmundista de Jorge Spíndola)
por Ricardo Costa
El cruce discursivo que trama la poesía con los deseos de quien la habita tiende a iluminar lo que subyace en el silencio del que la contempla. Y quien lo hace con la sagacidad de un cómplice discreto bien sabe seducir a la palabra para que el mundo (su mundo) deslumbre a través de los elementos que lo componen, de la belleza de lo cotidiano y de la magia que ofrece la sutileza de lo oculto.
El poeta necesita deconstruir la convencionalidad de un mundo que calla lo que el espíritu humano procura rescatar como trascendente. Vale decir que tal necesidad haría lugar a esta consigna como concepto de existencia. Por consiguiente, ese ímpetu pasional habrá de enfocarse en la deconstrucción de marras para, luego, tramar la reconfiguración de una realidad reveladora. De allí que la obra de Jorge Spíndola asuma un registro existencial manifiesto, postulado desde un discurso coloquial y contextualizado en un escenario prodigioso: geográfica e ideológicamente surmundista; territorio conjetural donde la voz del poeta cobra altura y se magnifica a través del lenguaje que devela su entorno.
Basta abordar unos pocos textos de la obra de este autor para que no nos quepa duda de que estamos en presencia de uno de los referentes más destacados de la poesía surmundista. Simplemente porque Spíndola se desentiende del perfil canónico que caracteriza al arquetípico escritor de poemas. En tanto sujeto creador, el poeta se desliga de tal estereotipo porque su devenir cotidiano está embebido de esencia poética. Es más, Spíndola trasciende el rol de abnegado versificador para reconocerse en un sujeto que vive poéticamente; condición que no cunde entre los/as cultores/as del género y que lo pone de relieve en el campo literario que va consolidándose por estas latitudes.
A partir de este punto de análisis surgen varios interrogantes, respecto del registro surmundista que late en la obra de Spíndola. De hecho, hablo de un registro que expande los límites simbólicos del término, gracias a la universalidad emotiva que despiertan las imágenes que entrega su poesía. De manera que es congruente considerar la idea de territorialidad, campo literario mediante, a la hora de avalar los rasgos distintivos que hacen a la obra de este autor.
Es obvio que resulta cuestionable hablar de territorialidad cuando lo que se quiere enfatizar es la puesta literaria que un poeta construye desde una región cualquiera del planeta. Ello en virtud del fraterno vínculo que establece con los fenómenos naturales, físicos y metafísicos que orbitan su mundo. Pero más cuestionable podría resultar dicha fenomenología si consideramos que esta no irrumpe forzada por factores circunstanciales, sino que fluye de manera integral, juntamente con el sujeto que enuncia.
Veamos a modo de ejemplo cómo articula el poeta estos componentes y los hace intervenir a través del animismo que cobra el viento en un pasaje de lisboa:
nunca puedo abrir esa cortina
que envuelve la existencia
esa cortina agitada por el viento
que anda como gasa
cayéndose sobre mi cuerpo
O en el sacudón dialéctico que acomete en sopla:
suave rumor y a veces golpes
estremecidas chapas
soplan su suave llanto (…)
arena en la boca de esas noches
latas volando por una pampa interminable.
Estas citas ilustran partículas emblemáticas de un todo situacional que constituye de manera tripartita, y a la manera de una Gestalt, el contexto surmundista que intento fundamentar; a saber, sujeto, lenguaje poético y lugar en el mundo. Me refiero a una puesta literaria que sugiere, cual hipótesis en debate, una dimensionalidad alegórica que desafía al ser, respecto del locus amoenus desde el cual se pronuncia.
Entonces… ¿cuál es el sentido de esta sugestiva contemplación del mundo? ¿Cuál el de declarar la finitud del ser a través de un lenguaje que cuestiona todos los límites? ¿Y cuál la frontera que debería trasponer el poeta para hallar una respuesta? ¿O será cada hombre una línea móvil que anda por el mundo (la frontera), a fin de cerrar el círculo que lo reconozca en sí mismo?
Aproximándonos a este punto de análisis, es fundamental detenerse en las cuestiones de forma que esgrime Spíndola al momento de consagrar la palabra en el espacio. Es decir, acusar recibo de la prescindencia de marcas gramaticales, ya que el paisaje que dialoga con el poeta lo constituye como proyección metafórica de sí mismo. Ergo, el paisaje; mejor dicho, el elocuente surmundismo que lo impregna, es la bienvenida alteridad que compone el lenguaje a través del poema. Y el poema es la constitución viva del poeta, en tanto y en cuanto declara su existencia con y desde su lugar en el mundo. Por eso la innovación gramatical resulta eficaz en el marco de una discursividad de tamaña tesitura, a razón de que las formas dialectales que exige el escenario surmundista no podrían encorsetarse en una estructura lingüística convencional. Por otro lado, y además de las cuestiones de forma que hacen a este universo lírico, se advierte una coherencia y una cohesión tripartita en el mensaje que enuncia. Una fusión que replica a la ya citada gestáltica y que se vuelve consecuente en su condición de sujeto, autor y poeta. Claro que esta particularidad no pretende coronarse como exclusiva[1], pero sí como rasgo retórico de una poética que se conjuga en la alquimia testimonial de la palabra.
Ahora bien. Este sujeto enajenado de su encarnadura. Este que contempla su entorno natural como celebrando una comunión entre pares. Este que, de pronto, es asaltado por el lenguaje para testimoniar lo que allí y ahora lo afecta. Este que pugna por consagrarse en tiempo y espacio a la fugacidad del momento. Este que confluye perturbado (gozosamente perturbado) a dirimir tal dicotomía, responde más a la persuasión de la deriva poética que a la primacía de una voz tutelar que quiera guiarlo hacia un horizonte posible. En definitiva, este ser contemplativo, ya no sujeto a una premisa fáctica u ontológica que lo prive de reconfigurar un mundo, otro, posible, es el que se deja embeber de una voz nueva para que el poema acontezca en hallazgo poético y lo resignifique.
En cuanto a la alteración sintáctica del tiempo, que Spíndola bien sabe imbricar en un juego de aceitada anacronía y sincronía, podemos apuntar que es en esta mutua complementación donde transcurre uno de los equilibrios más acabados de su obra. Así, la recurrente materialidad del paisaje, la que acude en fragmentos de chapa en la memoria / ondulaciones de zinc brillando ahora / entre el párpado y la luz (Revuelto de zinc), aporta la escenografía apropiada para embelesar a quien se somete a esta lectura, debido a que el poeta no tiene más remedio que claudicar ante el sortilegio de la poesía; la cual no llega a honrar su libre albedrío en la dimensión deseada.
El sujeto contemplativo que aquí se nos presenta, el que recurre al poeta para enunciar el espíritu surmundista que lo reclama y que, por cierto, supera cualquier rango de potestad que Jorge Spíndola pueda ejercer sobre él, lo hace desde una dimensión donde tiempo, espacio y mundo confluyen para tomar la palabra: ahora mismo soy un niño viejo / adentro de una piedra / mirando llover y llover / sobre el lomo de los siglos (Jerez volcado). En consecuencia, y ya partícipes del escenario surmundista, vemos que las chapas de zinc degolladas en un charco (Calles laterales), las latas de aceite Supermóvil, el viento como composición de lugar, el mar a la distancia, la holgura de la estepa patagónica, las piedras, los barcos que vuelan y la pregunta insidiosa que conmina al sujeto a responder por su existencia: cómo será ser nada / cómo será esa nada / que rodea nuestras vidas (Jerez volcado), definen el tono de un discurso que requiere de la fastuosa rusticidad de lo mínimo para componer una poética inquietante.
Adentrarse en la poesía de Jorge Spíndola es dejarse llevar hacia una travesía cuasi adictiva, donde el punto de arribo -si es que hay alguno- se convierte en una meta nunca deseada por el viajero o la viajera que se entrega a esta experiencia. Incluso las consignas de lectura que podrían preverse para un corpus como el aludido desechan las formas lineales de concordancia, porque una travesía como la surmundista necesita desfragmentar al/la lector/a para, a posteriori, poder resignificarlo/a en sujeto crítico.
Aunque parezca redundante, no resulta ocioso recordar que todo alumbramiento poético se resume en un instante de revelación fugaz, donde el corazón y la mirada del poeta sucumben a la pasión por descubrir lo que late más allá de su voz. Entonces, es en la consumación del acontecimiento, en ese traspaso de fronteras, donde la palabra asoma envuelta en deseo, en la moldura de un cuerpo etéreo que al poeta le urge poseer para encarnar su pasión. Y el encuentro finalmente sucede. Detona entre dos voluntades que comienzan a tallar un lenguaje cómplice de lo que está por venir; voluntades que se aúnan para fundar las huellas de esa dimensión surmundista que Spíndola invita a compartir: no sé pero la piel quería darte / esa cosa que suda sobre el mundo / y luego es caldo de lenguajes (otra cosa).
Podrían definirse nuevos paradigmas al hablar del gesto de “dar” como impronta altruista; gesto que se traduce en incondicional ofrenda poética. Cierto deseo de brindarle a quien, ahora, comienza a contemplar desde el extrañamiento a ese otro mundo que lo convoca. Se trata de dar para poder escuchar, al margen del tiempo y a espaldas de la palabra, la voz de quien enuncia un estado de alteridad. En definitiva, volverse otro/a para crear un mundo testigo de sí mismo, como si fuese el reflejo de lo que el lenguaje relata sobre la perpetuidad del ser. Acaso como escuchar lo que el poeta no logra satisfacer en escritura, pero que sabe ver a partir de la contemplación. O quizás sea como estar en el momento justo y en el lugar indicado para hallar la voz cómplice del poema. Algo así como hacer poesía y guardar silencio a pesar del mundo.
Neuquén, Patagonia Argentina, noviembre-diciembre 2019
[1] Jorge Luís Borges resulta insuperable al plantear este conflicto en el texto Borges y yo.
JORGE SPÍNDOLA nació en Comodoro Rivadavia, Patagonia Argentina, en 1961. Es escritor y docente. Licenciado en Letras por la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco (UNPSJB), Doctor en Ciencias Humanas, Universidad Austral de Chile (Cum laude) e Investigador Invitado en el Instituto de Romanística de la Friedrich-Schiller Universidad de Jena, Alemania; diciembre 2016, febrero de 2017 y diciembre 2018. Ha publicado: Matame si no te sirvo (Último Reino. Buenos Aires, 1994); Calles laterales (Ed. Del Sur del Mundo. Trelew, 2000); Jerez volcado (Ed. El Suri Porfiado. Buenos Aires, 2008) y Perro lamiendo luna (Ed. Jinete Insomne. Buenos Aires, 2013). Integra diversas antologías nacionales y del extranjero: Abrazo Austral, Poesía del Sur de Argentina y Chile (Ed. Desde la Gente, Buenos Aires, 1998); Poesía de Patagonia (Ediciones Maremoto, Málaga, España, 2006. Concha García, compiladora) Patagonia literaria VI. Antología de poesía del sur argentino (Potsdam, Alemania, 2018. Editorial Fines del Mundo- Estudios culturales del Cono Sur. Su obra ha sido reconocida con el Premio Nacional de Poesía Encuentro de Escritores Patagónicos- Fondo Nacional de las Artes, Argentina, 1994. Mención de Honor Fondo Nacional de las Artes, Argentina, 2002; Mención de Honor, libro finalista Premio Internacional de Poesía Festival de Medellín, Colombia, 2007, y Plan Nacional de Lectura. Buenos Aires, 2007.
RICARDO COSTA es escritor y docente. Reside en Neuquén, Patagonia Argentina. Entre otros títulos, ha publicado: Danza curva (poesía 1999); Mundo crudo (poesía 2005), Un referente fundacional (ensayo, 2007), Fauna terca (novela, 2011); Fenómeno natural (poesía 2012), Crónica menor (antología poética 2015), Golpe manco (poesía 2018) y Formar escritores para formar lectores (ensayo 2019). Obtuvo el Primer Premio Fondo del Nacional de las Artes 1998; Tercer Premio Concurso Iberoamericano de Poesía Neruda, Temuco, Chile 2000; Primer Premio II Concurso Nacional de Poesía Javier Adúriz 2012 y el Premio Internacional de Novela René Avilés Fabila, México 2019.
Cinco poemas de Jorge Spíndola
lisboa
nunca estuve en Lisboa
siempre acá,
metido en este cuerpo,
atado al páramo o abrazado
al mar y sus acantilados
siempre los mismos ojos
con cuchillos naranjas en la tarde,
siempre acá
nunca caminé por las calles de lisboa
siempre pampa seca
y autos abandonados al borde de la ruta
ahora mismo me invade la imagen de un colectivo
detenido para siempre
oxidándose con yuyos en su cuerpo,
un bedford verde agua
con teros lejanos en su lomo
nunca puedo abrir esa cortina
que envuelve la existencia
esa cortina agitada por el viento
que anda como gasa
cayéndose sobre mi cuerpo
siempre acá,
entregado como un perro a este paisaje
oliendo matas, salpicado de escarcha
para siempre
lisboa crece por mi boca en esta noche
mientras orino abrazado al álamo de casa
mientras pasan autos en la ruta
mientras llueve y crece el perfume de la tierra
mientras nada se parece a lisboa
y sólo un gato
camina en los paredones de la calle
lisboa qué lugar extraño
navegando en mis entrañas
lisboa tantas cosas
tantas noches navegando
al sur de toda mi existencia
barcos vuelan barcos
hay caballos que
mueren potros sin galopar
Indio Solari- Los Redondos
hay un océano debajo del desierto
levantando su perfume
barcos ebrios en la noche beben las polleras de ese alcohol
ríen barcos vuelan más
que el viento ese/
mientras tanto
la neno y el pantera
se ganan la vida de barrer
colectivos anclados en la terminal
escoba de huesos los pibes
frotan y frotan los chicles
borran corazones azules
clavados en los asientos de atrás
frotan y frotan los pibes todo el polvo
las palabras que en el paso al fondo
la gente se olvidó
fuertes ráfagas provocan voladuras/
los choferes celestes toma mate
se intercambian boletos capicúa
y piden deseos piden una mujer
que se parezca a la virgen de luján
/ bellas con ojos infinitos los seducen
por el espejo retrovisor/
de atrás para adelante el pantera barre
esos colectivos anclados lejos de parís
la neno se da vuelta con poxirán
y con su trapo va frotando carteles de fuck you
aguante los redondos coco gorilón
/hay caballos que mueren potros sin galopar/
la neno ahora se quedó colgada con la flor
de la palanca de cambios
deshoja con esmero esa margarita
me quiere no me quiere
me quiere luis el chofer
del interno 22
la neno va volando vuela más
que el viento ese/
ríe la neno y vuelan barcos
le acarician océanos de olvido
atrapados en la piel
mar adentro de su sed
andan ebrios vuelan barcos
huesos aéreos del amor
memoria y balance
viajé trece veces en avión
infinitas veces en tren
vagones incendiados recorren la noche
a gran velocidad
anduve descalzo y con zapatos
fui vendedor y limpiavidrios
encaramado como un mono
sobre ventanales de edificios
en una ciudad de cuyo nombre
fui por la avenida filosofando con taxistas
con rabia y sed de remolinos
en el subte apretando una estampita:
nuestra señora del camino ayúdanos a recorrer el mundo
sorteando los peligros
estuve aquí y allá
y de nuevo aquí sudando
y donde sea perdí fechas
palabras rostros documentos
perdí una vez el cuerpo desbaratado por la lluvia
perdí la memoria de un día
en que el mar olía a sexo a mujer en celo
a cierto olor como una mano
estrujando los sentidos
y ahora último
una ráfaga de viento
se arrancó cuatro chapas
y el espantapájaros del fondo de la casa
qué le va a hacer
el viento arrastra con todas las cosas
las baraja las confunde
las marea en su altamar
hasta el cansancio
el viento es una licuadora del olvido
la memoria, a veces, se parece al viento
la frontera
dicen que el poeta elder silva es un poeta de frontera
qué será ser un hombre de fronteras
el poeta esloveno ales stëger me dijo vivo en un país
donde hay aldeas que cambiaron de nacionalidad
cinco veces este siglo gente que cambió
de pasaportes sin moverse de mi pueblo un solo día
este espacio verde o gris que habitamos, es frontera?
y qué hay en la otra orilla sino mar o tierra
tierra y mar por donde vayas
todo humano es frontera y más allá está la muerte
y en qué lengua hablan los que cruzaron ese límite?
fuera de la piel comienza la frontera
el cuerpo es frontera tu boca
se mezcla con la mía
lenguaje de labios donde
se disuelven los límites las regiones
beso tu boca ingresando indocumentada en línea fronteriza
tu boca sin papeles sin visa sin alambres
besándome en el límite
la frontera será como un tenue campo de manzanillas?
y todo lenguaje es frontera
lengua hispana bésase
con lengua portuguesa al sur del brasil y salen hijos en portuñol
nacen poetas bilingües poesía trans idiomática
hijos de un lenguaje en tránsito
por el mundo.
sudacas contaminados tex mex chicanillos
espaldas mojadas ingresando
en la noche americana / jawaryu?
ándale manito volvámonos para Tijuana
palabras quechuas ingresando en lo urbano
rezos aymará susurran de madrugada
en la avenida
un silencio boliviano sudando
como sorda quena
tras las filas de álamos plantados
padrecito dónde estamos los fronteras?
cada hombre una línea móvil que anda por el mundo
el mapuzungun renace en sus poetas
y desde qué fronteras hablan
cómo será
ser extranjero en la tierra de tus padres
cómo se respira a 500 pies de profundidad
de un mar spanglish?
espacio de mestizaje multilingüe
cuerpos voces lenguas poemas rodando
a un lado y a otro de la línea
quién trazó las líneas de tu mano?
en qué fronteras acaba este poema?
sopla
suave rumor y a veces golpes
estremecidas chapas
soplan su suave llanto
aullaba mi perro en esas noches
el cerco de chapas crujía
con un hilo más agudo
arena en la boca de esas noches
latas volando por una pampa interminable
baldes de lata en semicírculos
golpeando los bordes de la casa
exhalación interminable/
oxígeno del mundo
sopla como un mar en la memoria
sopla aún el suave llanto
y las hojas de los sauces se agitan como sombras
verdes sombras de otro verde más lejano
cuándo tocaremos el fondo de tu tristeza
exhalación interminable/
oxígeno del mundo
sopla en mi tu suave llanto