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Homenaje (2da. parte) 

A MI PADRE
Gianni Siccardi

por Eugenio Siccardi

Eugenio Siccardi y Susana Macció en el Homenaje en la Biblioteca Nacional. 27 de septiembre 2023

- I -

 

 

Antes que poeta, Gianni fue un incansable lector y fundamentalmente, un estudioso de la poesía.

Desde su juventud hasta su último día, estudió obsesivamente los elementos que componen un poema.

Intentaba descifrar el misterio de la poesía, los motivos por los cuales se produce esa chispa entre algunas palabras que hace que se conviertan en un poema que nos emociona, y no sólo una sucesión de frases cortadas antes de terminar el renglón.

Esa fue la convicción que lo llevó a los veintidós años a irse de la casa de sus padres para seguir el camino de la poesía.

 

Su planteo fue: "Sentía que no sabía nada de la poesía; por eso en un acto simbólico tiré por el inodoro todos los poemas que había escrito a los 15 años. Partí de cero y me dije: “No voy a escribir una sola línea hasta no aprender de qué se trata la poesía”.

 

Según su relato, pasó dos o tres años viviendo en una pensión miserable, leyendo y estudiando poesía, diseccionando las obras de los grandes poetas, intentando comprender el valor y la utilidad que tenían para él no solo cada palabra dentro de un poema, sino cada sílaba y cada sonido de una palabra.

 

Así fue como comenzó a atisbar y desarrollar sus ideas sobre los elementos que componen un poema.

 

Estudió en profundidad el ritmo, la estructura, la imagen y el discurso, elementos que él consideraba fundamentales para la creación del lenguaje poético, que aplicó en su propia poesía y en los últimos diez años de vida transmitió en su taller literario.

 

A esa chispa, esa tensión que buscaba dentro de un poema, la describía como un arco voltaico, en el que las palabras no deben ser tan cercanas entre sí como para no generar nada, o sea,  imágenes obvias, pobres, ausentes de riqueza, ni tan lejanas como para generar imágenes absurdas, totalmente carentes de sentido.

 

Lo que buscaba era eso, lograr relaciones entre las palabras que generaran sentido más que significado.

 

Porque para Gianni, la poesía no era una forma de expresión, sino una forma de conocimiento, de conocimiento del mundo y de sí mismo, una búsqueda de

entrar en contacto con su ser verdadero.

 

Por eso escribió: “El poeta no quiere decir lo que sabe, si no que busca saber lo que quiere decir”.

 

Más que al poema Gianni aspiraba a la experiencia poética, que debía estar indisolublemente ligada a la vida.

 

“No aspiro al poema sino a la poesía”, decía. “La poesía es un estado, el poema es sólo el testimonio de ese estado. Muchas veces, un pobre testimonio”.

 

Buscaba la más profunda y honesta experiencia poética, estar en contacto con su propio ser. Después, si escribía o no poemas, era secundario.

 

Pero ese encantamiento está sometido constantemente a los atropellos del mundo, al despotismo del pan cotidiano, a la constante letanía del “levántate y anda”.

 

Y por eso el poeta crea un mundo con sentido que se opone al patético sin sentido del mundo.

 

Aspiraba también a que su poesía fuera fluída como el habla cotidiana, de hecho su primer libro se llama “Conversaciones”.

 

Sin embargo, decía, es muy difícil alcanzar esa fluidez, esa aparente sencillez, despojarse de toda pretensión literaria.

 

Tal vez se refería a eso cuando escribió en “Palabras sueltas”, uno de sus últimos poemas:

 

“Quizá algún día

 

escriba un poema sin saber que es un poema.

Quizá algún día

logre escribir un poema

 

que se convierta en piedra”.

 

- II -

 

 

 

 

Algo que siempre llama la atención es que a pesar de haber dedicado la mayor parte de su vida a la poesía, Gianni haya escrito tan pocos libros. Solamente 7 libros en 40-45 años.

 

Debo confesar que en parte fue culpa mía, y de mi hermana.

 

La década del 60 fue muy productiva para Gianni ya que participó en dos libros colectivos, publicó sus dos primeros libros individuales y fundó o participó en varias revistas y editoriales de poesía.

 

También se casó y tuvo dos hijos.

 

Esos fueron años de pura bohemia. Vivíamos en un departamento, en Bartolomé Mitre y Riobamba, que se caía a pedazos.

 

Literalmente, se caía a pedazos.

 

Según me han contado, un día, yo tendría uno o dos años, y se cayó un pedazo de techo sobre mi cuna (cuando yo no estaba, evidentemente).

 

Así que Gianni consideró que ese era el momento de abandonar la bohemia y se puso a trabajar en publicidad.

 

Eso fue altamente positivo para mi bienestar pero desastroso para la poesía, ya que dejó de escribir durante más de 10 años.

 

En la década del 70 prácticamente no escribió nada y para colmo en una mudanza perdió todos los poemas que había escrito hasta ese momento y que estaban inéditos.

 

Afortunadamente, en la década del 80 volvió a escribir y ya no dejó de hacerlo.

 

Pero además de poeta, Gianni fue traductor de poetas italianos, especialmente de Eugenio Montale, que era uno de sus poetas preferidos. De hecho, me llamo Eugenio por Montale.

 

Y además de poeta y traductor, también fue cantante de ópera y profesor de canto lírico.

 

Recuerdo haber sido despertado en varias oportunidades por los, yo los llamaba aullidos, de mi padre en sus sesiones de vocalización, intentando alcanzar un do de pecho.

 

Por otro lado, para ganarse la vida desempeñó varios trabajos, tan diversos como delirantes y algunos tan censurables como poco lucrativos.

 

Entre  los  que  me  atrevo  a  nombrar  fue:  empleado  de  seguros,  vendedor domiciliario,   periodista,   humorista,   redactor   publicitario,   como   ya   mencioné, comerciante y asesor de inversiones en pronósticos deportivos.

 

Como redactor publicitario, escribió algunos anuncios muy recordados como el que decía "en 3 minutos calentamo’ el ambiente", para caloventores Aurora, y, en otro orden de cosas, fue redactor de campañas políticas para candidatos a Presidente de la Nación y a Gobernador, con resultados dispares: una de cal y una de arena.

 

Pero lo que a mí más me inquietaba era la cantidad y sobre todo la calidad de los proyectos que desarrollaba pero no concretaba.

 

Recuerdo por ejemplo, el empeño con que llenaba hojas y hojas de números, estadísticas y probabilidades que anotaba con la intención de descubrir un método para ganar a la quiniela.

 

Lo que nunca pude comprender es por qué jamás fue a una agencia a jugar ni siquiera un número.

 

Quizás es como decía antes: más que al poema aspiro a la poesía, bueno, quizás más que a ganar dinero en la quiniela aspiraba a, no sé, entender cómo ganar.

 

Seguramente lo importante era el camino, el aprendizaje, no la línea de llegada.

 

Aunque quizás todos esos proyectos se resuman en una frase que le gustaba decir: “El azar es la nostalgia del futuro”.

 

Por cierto, lamentablemente no descubrió ese tan ansiado método.

 

En este punto, hay que decir que la vida de Gianni no estuvo plagada de grandes acontecimientos.

 

Él mismo decía que su biógrafo, si es que alguna vez existiera una persona capaz de emprender esa absurda tarea, no tendría demasiado material para su trabajo.

 

Incluso era completamente abstemio. No toleraba el alcohol. Pero no por una férrea conciencia moral, si no porque lo encontraba horriblemente fuerte. Lo más fuerte que tomaba era Coca Cola, a la que llamaba su borgoña infantil artificial.

 

Solamente hay una anécdota, que debería ser incluída en esa breve y utópica biografía.

 

Año 63, gobierno de facto.

 

Gianni era amigo de Juan Gelman, así que le pidió que le diera algunos poemas suyos para publicar en una de las revistas en las que estaba participando.

 

Gelman le dijo que sí, y que pasara a buscarlos por su oficina.

 

En ese momento, Gelman trabajaba en la Agencia Nueva China de Noticias. Gianni fue, golpeó la puerta, y le abrió un "caballero" uniformado.

Gianni preguntó “¿Está Juan Gelman?”. “Si, como no, pase”.

Adentro había más uniformados, realizando un procedimiento y se lo llevaron detenido.

 

Contaba Gianni que en el trayecto fue comiéndose su agenda, para no comprometer a los amigos.

 

Estuvo detenido 15 días y le hicieron juicio. Lo juzgaron y lo absolvieron.

Pero lo más curioso de todo es el delito del que lo acusaban: fue acusado de ser espía chino.

 

Quizás a algunas personas les parezca obvio: si alguien va a una agencia china de noticias naturalmente tiene que ser un espía chino.

 

Pero yo nunca pude entenderlo: ¿a quién pudo ocurrírsele acusar a Gianni de ser espía chino?

 

Yo no conozco a ningún espía chino de verdad, pero cuando Gianni me contaba la historia, trataba de imaginarme cómo podría ser.

 

Y siempre me lo imaginaba con rasgos orientales, atlético, experto en artes marciales.

 

Seguramente la mayoría imaginará algo por el estilo.

 

Y bien, me imaginaba a ese espía chino y después lo miraba a Gianni, y no se me podía ocurrir nada más opuesto.

 

Gianni era gordo y pelado, y no tenía simpatía por ninguna clase de deporte, era lo que se llamaba en esa época un ratón de biblioteca.

 

De hecho, cada vez que lo invitaban a salir, a dar un paseo, ir de vacaciones, Gianni decía: “Paso. Me gusta el aire libre, pero cuando entra por la ventana”.

 

Y por eso, a raíz de ese incidente de espionaje internacional que protagonizó, comenzó a decir: “La justicia militar es a la justicia, lo que la música militar es a la música”.

- III -

 

Ser hijo de poeta no es tarea fácil. Es decir, ser hijo de alguien que dedica toda su energía a cosas inasibles, inútiles para la vida.

 

La mayor parte de las charlas que tuve con mi padre versaban sobre el arte, la poesía, la filosofía, el cine, la música, el teatro, la pintura, el amor, el espíritu, el esoterismo, el ser y Dios o lo que cada uno ponga en su lugar.

 

Pocas veces, con desgano y apremiado por las circunstancias, me habló sobre cómo pagar una factura, andar en bicicleta, cambiar una lamparita.

Ser criado por un poeta no es fácil. Es difícil pero estimulante a la vez. Porque Gianni vivía en cuerpo y alma, 100%, las 24 horas para la poesía,

desde que se despertaba hasta que se dormía, incluso en sueños, toda su vida

estaba teñida de poesía.

 

Eso hizo que tuviera los ojos en el suelo y los pies en el cielo. el corazón en los seres queridos, la mirada en la eternidad. las manos alejadas de todo lo que no fueran la poesía y el amor.

 

Por eso decía:

 

“Los grandes momentos de la vida son los del amor y los de la poesía. Lo demás no vale la pena mencionarlo y menos escribirlo en un poema”.

 

Y yo puedo asegurar con total certeza que sus grandes momentos fueron los de la poesía y el amor.

 

No estoy seguro, yo era chico en ese tiempo, quizás algunos de los que compartieron esos años podrán confirmarlo, pero creo que durante los más de 10 años en que no escribió poesía, tuvo una existencia chata, gris, apagada.

 

Más que vivir, sobrevivió esos años.

 

Afortunadamente, volvió a escribir para dejarnos algunos de sus mejores poemas.

Leído en el Homenaje a Gianni Siccardi, Biblioteca Nacional Mariano Moreno, 27 de septiembre de 2023

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