APROXIMACIÓN A UNA POESÍA DE LA DESOBEDIENCIA
(Neuquén, entre la provocación y la seducción de un mundo irreverente)
Por Ricardo COSTA
I. La insolente voluntad de crear
Durante los últimos cuarenta años, la ciudad de Neuquén se destacó por ser una de las capitales provinciales que mayor crecimiento demográfico registró en Argentina[1], llegando a liderar en buena parte de la década del ´80 el ranking estadístico latinoamericano. Juntamente con ello, vale destacar que esta capital, en el mismo período, sostuvo el índice poblacional más joven del país: quince años de edad promedio. Así, podemos inferir que la impronta socio-cultural que se generó por entonces operó como factor detonante del pulso creativo que hoy podemos apreciar por estas latitudes.
El movimiento aluvional que a partir de 1970 direccionó la migración interna hacia la Patagonia; en principio, motivado por la oferta laboral que traccionaba la construcción del complejo hidroeléctrico Chocón-Cerros Colorados, y a continuación, como secuela expulsiva de la dictadura cívico-militar (1976-1983), puso en movimiento un fenómeno inédito para la época. Es por ello que considero oportuno dar lugar al concepto de “reserva utópica”[2], a la hora de ilustrar lo que configuraba el sur del mundo para el imaginario de aquellos migrantes, abrumados por el terrorismo de Estado y necesitados de proyectar un futuro imaginado por posibilidades liberadas [3].
Si bien la idea de concebir a la Patagonia como reserva utópica podría responder a esa necesidad de búsqueda que distinguió a las oleadas migratorias de los ´70 y ´80, la apuesta fue más allá de consagrar un mero refugio transitorio, el cual devino de simple enclave pasivo a estímulo superador, anhelando alcanzar un nuevo horizonte de vida desde el espacio apropiado. Por supuesto que semejante impacto no premeditaba la eclosión de un pronunciamiento cultural marcado por las circunstancias, el que comenzaría a imponerse con fuerza en los años posteriores a la recuperación de la vida democrática, es decir, a partir de diciembre de 1983.
Con todo, si entre 1980 y 1989, la población de la provincia aumentó en un 45,2 por ciento, la de la capital lo hizo lo hizo a un ritmo anual de 72,2 por ciento[4], llevando a la población, entre un punto y otro del período, de 90.000 a 170.000 habitantes [5]. Por lo tanto, este abrupto crecimiento no puede soslayar conceptos como los de cultura híbrida o reserva utópica, a la hora de ordenar parámetros de estudio puntuales, respecto del universo estético-expresivo que comenzó a marcar tendencia en la Neuquén de los ’80. Insisto, no puede ni debe soslayarlos, como tampoco puede permitirse no redoblar una apuesta que coadyuve a entender la coyuntura que traía consigo este prodigio de época. Tal vez el término “cultura cimarrona”, marca registrada por el poeta y periodista Gerardo Burton, sea el que mayor justicia le hace a la revoltosa esencia de esta ciudad, si de recortar un perfil sociológico-cultural se trata. Dice Burton:
Mezcla de mapuches, paisanos y migrantes, Neuquén es una sociedad cosmopolita que no respeta jerarquías de cuna o fortuna. Donde la cultura es sinónimo de una insolente voluntad de crear (…) Es una sociedad plebeya como no pueden serlo las sociedades del norte argentino, irrespetuosa y cimarrona como ninguna otra sociedad sudamericana.[6]
Por supuesto que este rasgo distintivo no es privativo de la capital neuquina, ya que el mismo talante replicó en otras ciudades patagónicas con similar espíritu creativo y cimarrón. Pero por la dimensión de su urbe y el aporte intenso y próximo de las localidades vecinas, Neuquén aportó en calidad de volumen lo que hoy acontece como polo de desarrollo cultural.
Ahora bien, y a fin de dar paso al tema que se anuncia en el título de este artículo, vale poner de relieve ciertos hitos de índole cultural que surgieron en los años ’80, ya que su incidencia en la proyección de un campo literario regional[7] fue crucial para poner en valor la producción poética que hoy atraviesa el panorama que nos ocupa. En consecuencia, tomar como base de referencia la creación del Centro de Escritores Patagónicos, la revista literaria Coirón, el Teatro del Bajo y el colectivo poético Poesía en Trámite[8], es menester si aspiramos a un análisis sincrónico de la producción poética que cunde en la Neuquén del siglo XXI.
Está a la vista que los límites que demarcan la extensión de este trabajo impiden dar plena cuenta del acontecer literario que hoy irrumpe en la cultura regional. Desde la post-dictadura hasta nuestros días, la producción y la difusión de la poesía neuquina ha sido vasta en sus múltiples variantes; colectivos poéticos, publicaciones, reconocimientos, sellos editoriales, ferias de libros, festivales[9], actividades académicas, incorporación de escritores/as en programas de promoción cultural, y otros. De modo que, y a fin de poner en práctica una lectura crítica del panorama vigente, como también ser consecuente con lo hipotetizado en relación al emergente socio-cultural de los ’80, se hace inevitable conjugar lo expuesto con lo forjado actualmente en esta materia. Por lo tanto, será cuestión de aproximarse a una apretada selección de textos de autores locales, a fin de ofrecer un cuadro de situación elocuente con la idea expuesta en párrafos precedentes.
II Cuatro desobedientes
En lo que respecta a la necesidad de seleccionar textos que ayuden a ilustrar la dirección teórica que aquí se perfila, he optado en esta ocasión por prescindir de autores de larga data en el ambiente neuquino. Me refiero con especial preferencia a quienes formaron parte del colectivo poético Poesía en Trámite[10]; gestores de una saludable manera de difundir la palabra escrita a través de la oralidad y del espacio público, y por supuesto a otros escritores/as notables que, si bien no formaban parte de este grupo, eran acreedores de un destacado reconocimiento literario[11]. Digo que prescindo de ellos porque aquella camada fue partícipe de una instancia que marcó un antes y un después en el campo literario local. Y sobre todo concepto, el corte que aquí se aplica no toma como objeto de análisis a los contemporáneos de ese hiato histórico, sino a la generación inmediata que, décadas más tarde, interpreta el ritmo sincopado de una ciudad que aún se manifiesta en duro contraste con el lugar que le cabe en su propia historia.
Por tal motivo, los textos que abonan este artículo pertenecen a dos autoras y a dos autores nacidos entre 1976 y 1979: Carlos Blasco, Carina Medina, Romina Olivero y Tomás Watkins. Ya sea por heredad migratoria (Medina y Olivero) o por pertenencia generacional (Blasco y Watkins), la producción de éstos comienza a editarse conforme avanza el nuevo siglo. Un inicio de centuria que a razón de la debacle económica y política de 2001-02, confirma la fractura institucional que los ’90 venían anunciando. Crisis decididamente antagonista con los austeros pero entusiastas destellos de emancipación que la movida de los ’80 aspiraba concretar en un futuro mediato.
No gratuitamente la obra de los cuatro mencionados va edificando un corpus que no desentona con la recomposición de un mundo vapuleado por los artilugios del poder y con la contención de un cuerpo social golpeado por cimbronazos consuetudinarios. Es en tal contexto que los poetas convocados le ponen palabras al deleite carrasposo que desprende el susurro urbano que transitan a diario. Y es a partir de esta experiencia que logran regodear imágenes de trazos punzantes, de contextura cruda, pero contundentes en su función expresiva.
Así, las Tres tristes mierdas del frente/ aullando /en la caja de resonancia de mi calle, que denuncia Medina, esbozan una pintura barrial que hace lugar a las chicas de Watkins, que no tienen edad; sus piernas / han visto pasar hijos y rigores / más grandes. Instantáneas que se reparten en un caleidoscopio borrascoso que redobla su visión espejada en la Princesa pobre, / harapienta, que invoca Olivero, porque, definitivamente, no la conforma una / pura e impecable Virgen María. Retazos icónicos que muestran un sello de época que se vuelve bellamente bizarro en el retrato animado de Rulo, el propietario de la gomería que compone Blasco, quien gorgotea, se asoma a la calle y escupe lejos, saluda a un colectivo... el universo está en orden.
Que el hecho poético llame a la desobediencia es condición sine qua non de quien decide darle debida forma a su obra; mejor dicho, de quien acepta entregarse al encanto cimarrón del discurso lírico. Convengamos que, sin rebeldía, sin ruptura de lo formal y sin desobediencia canónica, no es posible asegurar un registro deconstructivo de la realidad. No lo es y no lo será en tanto dicha acometida no aspire a confrontar el hecho conflictivo con el aquí y ahora. Es que nada auténtico ni extático coquetea con pautas adictas a mandatos prescriptivos, ya que para alterar un orden cualquiera del sistema y para romper con la iniquidad que condena la inercia, la provocación es la herramienta que mejor le cabe a quien embebe de poesía su pasión expresiva[12]. Ergo, huelga explicar el por qué de la elección de estos cuatro autores, cuando la cuestión de fondo es establecer un contrapunto entre ciudad y lenguaje poético.
III Corolario insuficiente
Fundada en 1904 bajo tutela masónica[13] y promediando un desarrollo más bien moderado hasta finales de los ’50, la ciudad de Neuquén se vio abruptamente transformada por un acentuado flujo migratorio y por los espasmos político-económicos que deparó el último cuarto del siglo pasado. Por lo tanto, son las secuelas de esa vertiginosa transformación, más el influjo del ímpetu generacional de los ’70 y ’80, lo que hoy deriva en la somatización de una metáfora urbana excitante. Signo que se manifiesta en sintonía con una desobediencia generacional que interpela su entorno, que intenta apropiarse de una identidad cultural sinuosa; la que se torna ecléctica y propia de una rebeldía probada, como bien puede percibirse en la obra de Blasco, Olivero, Medina y Watkins.
Trazando un arco evaluativo que tome como punto de partida aquella ciudad de 90.000 habitantes (censo 1980), y que cierre su parábola poniendo atención en esta capital conurbanizada de 2018, donde aproximadamente 700.000 habitantes vitalizan un cuerpo urbano impregnado de contingencias de todo tipo, veremos que la avanzada de eventualidades e innovaciones que ha generado ésta en casi cuatro décadas complejiza un análisis transversal de los hechos. Claro que la esencia poética está lejos de aliarse con objetividades y conclusiones sistemáticas. Poco y nada le importa a la poesía iluminar su cosmos creativo con afán de lograr resultados terminales. Simplemente, porque la poesía no guarda intención de clausura. No es concluyente, ni críptica, ni taxativa. La poesía es un estado de revelación subjetivo y de resonancia infinita en su mesura estética; cualidades que encarna con sutileza cuando la palabra se cristaliza en una constelación de imágenes fascinantes.
No hay duda de que el sur del mundo atesora mucho, aún, de ese halo mítico que conservan los relatos de viajeros del siglo XVI. Páginas que recrean el primer encuentro de un europeo con un gigante patagón [14], o con criaturas monstruosas, o que documentan la frenética búsqueda de la Ciudad de los Césares [15], hasta el convite que despierta un paisaje deslumbrante -y virgen en buena parte de su patrimonio natural-, conciliando la coyuntura de un nexo histórico que es propio de las ciudades patagónicas.
A pesar de los siglos transcurridos y de la arremetida “civilizatoria” impuesta por el poder central, un dejo de aquella atmósfera mítica continúa latente en el imaginario de quien habita, o acude a explorar en calidad de visitante, este extensísimo territorio. Una mítica que, geografía mediante, subordina a las ciudades sureñas a la hegemonía de un paisaje subyugante, que fluye como factor compulsivo de quien crea a través de la palabra y de quien va por la alquimia de un lenguaje inquisidor. De manera que el debate contrapuesto entre inmensidad territorial y dinámica urbana combustiona en una vehemencia creativa que es perceptible en los hallazgos expresivos de una cultura irreverente, todavía en deuda con su ascendencia originaria, todavía pendiente de un pasado que se recrea a imagen y semejanza de lo que emerge de su genética mítica. He allí, probablemente, el interrogante de lo que subyace en las entrelíneas de su voz poética; una bienvenida desobediencia que, en buena hora, celebra y anuncia lo mucho por venir.
NOTAS:
[1] Ciudad de Neuquén, Argentina. Última población conocida= 377. 500 hab (Año 2015). Si la tasa de crecimiento de la población fuese igual al del periodo 2011-2015 (+1.36%/Año), la población de la ciudad de Neuquén, en 2017, sería: 387 807 hab. http://poblacion.population.city/argentina/neuquen/
[2] GARCÍA CANCLINI, Néstor. Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Paidos. Buenos Aires, 2001.
[3] CUÑA, Irma. Identidad y utopía: p.7 Ed, EDUCO, Neuquén, 2000.
[4] VV.AA. Neuquén, 100 años de historia. GEHISO-UNC. Neuquén, 2004.
[5] Op. Cit. 1. Actualmente, la ciudad de Neuquén registra una población que ronda los 400.00 habitantes, a la que debe sumarse la correspondiente a sus ciudades satélites, o, para ser justos con la terminología estadística, a las urbes que conforman la conurbanización capitalina. A saber, las ciudades de Plottier, Centenario, Senillosa y Cipolletti (RN), las cuales aportan un flujo constante de población activa, que supera una cifra global de 700.000 habitantes.
[6] BURTON, Gerardo. Una cultura cimarrona, en Luz de la Patagonia. Interior Neuquén: p 12. Suplemento especial de revista Ñ. Buenos Aires, 26/02/2005.
[7] Al hablar de regional, pongo énfasis en comprender a la totalidad del territorio patagónico. Respecto del concepto “campo literario patagónico”, sugiero leer la ponencia CAMPO LITERARIO PATAGÓNICO: POLÍTICAS, ZONAS, TERRITORIOS, por Ariel Williams. Primeras Jornadas de Literatura Argentina en la Patagonia. UNCo, Neuquén, 2004.
[8] COSTA, Ricardo. Un referente fundacional. Ed. EL Suri Porfiado. Buenos Aires, 2007.
[9] Desde 1983, la realización de festivales de poesía y ferias de libros ha sido una constante en el territorio patagónico. En 2017, la agenda de una y otra registró más de veinticinco encuentros anuales, donde las/os escritoras/es del sur del mundo fueron protagonistas, junto a pares nacionales y extranjeros.
[10] Al margen de la comunidad de escritores que circulaba en el ámbito de las letras regionales, hago referencia al grupo Poesía en Trámite, el que estuvo integrado en su formación estable y básica por Ricardo Fonseca, Raúl Mansilla, Ricardo Costa, Gerardo Burton, Macky Corbalán, Mariela Lupi, Eduardo Palma Moreno, Gabriela Prado, Alejandra Pintos, Aldo Novelli, Ana Clara Laguizamón, Sandro Calderón, Raúl Tappa, Ángela Jeréz y Osvaldo Salas. Formación a la que se sumarían -no de manera corporativa o bien en circunstancias de puestas poéticas- Oscar Castelo, Horacio Bascuñan, Humberto Bas, Luís Trivellini, Liliana Herrera, Andrea Diez, Sergio Sarachu, Hugo Piris y Thelma Encina.
[11] Escritoras y escritores como la poeta y académica Irma Cuña, el dramaturgo Alejandro Finzi, el narrador Mariano Villegas, la especialista en poesía y narrativa infantil María Cristina Ramos y Héctor “Yoko” Méndes, contaban en su haber con una importante producción literaria.
[12] No circunscribo el hecho poético a la palabra escrita, exclusivamente. Adhiero a la idea de poiesis (ποιησις), como proceso creativo posible. Por lo tanto, toda manifestación artística es esencialmente poética.
[13] Bandieri, Susana. La masonería en la Patagonia. Modernidad liberal y asociacionismo masón en Neuquén (1884-1907)», en: ESTUDIOS SOCIALES, Revista Universitaria Semestral, año XX, Nº 38, Santa Fe, Argentina, Universidad Nacional del Litoral, primer semestre, 2010, pp. 9-38.
[14] «Cuando estuvo ante nosotros, empezó a maravillarse y a tener miedo, y levantaba un dedo hacia arriba, en la creencia de que venimos del cielo. Era tan alto que el más alto de nosotros sólo le llegaba hasta la cintura». Antonio PIGAFETTA: El primer viaje alrededor del mundo. Relato de la expedición de Magallanes y Elcano. Edición de Isabel de Riquer. Barcelona: Ediciones B, Grupo Zeta. 1999.
[15] La Ciudad de los Césares, también conocida como Ciudad encantada de la Patagonia, Ciudad errante, Trapalanda, Trapananda, Trapalandia, Lin Lin o Elelín, es una ciudad mítica, que se supone ubicada en algún lugar de la Patagonia.
Ricardo Costa es escritor y docente. Reside en Neuquén, Patagonia Argentina. Entre otros títulos, ha publicado: Teatro teorema (1996); Mundo crudo (2005), Fenómeno natural (2012), Crónica menor (2015), Un referente fundacional (2007) y Fauna terca (2011); estos dos últimos corresponden a ensayo y novela, respectivamente. Obtuvo el Primer Premio Fondo del Nacional de las Artes en 1998; Tercer Premio Concurso Iberoamericano de Poesía Neruda, Temuco, Chile 2000; Primer Premio II Concurso Nacional de Poesía Javier Adúriz 2012. En 2008, en México, su obra Mundo crudo fue ganadora del Premio Internacional de Poesía Macedonio Palomino para obra publicada.
Carlos Blasco
Carina Medina
Romina Olivero
Tomas Watkins