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Notas: 

 

[1] En el artículo titulado “El dechado de la abuela”, publicado en el semanario bonaerense Caras y Caretas en octubre de 1923, Unamuno se refiere al poeta Rafael diciendo: “Porque para ese poeta que tenía su filosofía -poética por supuesto- las horas son lo eterno, o sea lo que vuelve, como vuelven las olas del mar, y los vencejos y las golondrinas y las flores y las nieves, y los siglos, lo pasajero” (Blanco, 1955: 13)

[2] Manuel García Blanco, el mayor estudioso de la obra unamuniana, señala que se trata de un texto de pocos meses de labor pero que su autor fue anticipando en sus colaboraciones periódicas y en sus epistolarios. (1955: 4) Efectivamente en el diario La Nación de Bs.As. con fecha 23 de julio de 1923 publica una nota titulada “Releyendo las rimas de Bécquer” donde leemos este supuesto diálogo entre Rafael y Unamuno: “¨El romanticismo no volverá, don Miguel; no lo dude usted´, me escribía dándole a ese asendereado término de romanticismo una significación acaso algo arbitraria. Y yo le contestaba que no tenía que volver porque no se ha ido”. (1955: 8).

[3] Como bien señala  María Consuelo Belda Vázquez: “Las “Notas” de Teresa constituyen uno de los toques más innovadores del libro. Insertan de manera clara elementos ensayísticos en una obra de ficción y ello contribuye a dotar al texto de una visión mucho más moderna por lo irónica y fragmentaria, de la que en apariencia tenía”. (251)

[4] En 1896, Unamuno escribe  Nuevo Mundo (editada mucho después). Se trataba de la historia de Eugenio Rodero, un supuesto amigo de Miguel de Unamuno que muere en plena juventud. Unamuno se presenta como corrector, introductor y editor del ensayo filosófico escrito por Rodero.

[5] En la obra titulada Postuma, el poeta boloñés del tardo romanticismo italiano, Olindo Guerrini, inserta una nota destinada al lector en la que informa de la desdichada existencia de su primo huérfano, Lorenzo Stecchetti, otro poeta romántico que muere de tisis a los treinta años, dejándole a su cargo la publicación de sus cantos amorosos. Evidentemente el caso Guerrini fue muy conocido en la época ya que Unamuno lo cita, sin mayores explicaciones,  en carta a Alfonso Reyes: “Un solo refugio hacia el ideal he hallado en este año. He escrito unas rimas románticas de un supuesto poeta -algo como Stechetti- y las he enmarcado en una historia. Las llamaré Teresa.” (Blanco, 1955:14).

[6] En la portada del libro leemos: Rimas divinas y humanas del licenciado Tomé de Burguillos, no sacadas de biblioteca ninguna (que en castellano se llama librería) sino de papeles de amigos y borradores suyos. Al excelentísimo señor duque de Sessa, gran almirante de Nápoles. Por frey Lope de Vega Carpio, del hábito de San Juan.  En el prólogo se nos informa que conoció al Licenciado Burguillos en su época estudiantil en Salamanca e incluso se incorpora una caricatura del propio Lope con la leyenda: “Su fisonomía dirá ese retrato que se copió de un lienzo en que le trasladó al vivo el catalán  Ribalta, pintor famoso entre los españoles de la primera clase”. (Lope, 1970: 294)

[7] De hecho, Unamuno apeló a varios seudónimos, durante su juventud y lo hizo sobre todo para velar la identidad  en sus artículos  periodísticos; entre los más conocidos figuran: “Yo mismo”,  “Tu amigo”, “Manu Ausari”, “Exoristo” o las iniciales de su nombre.

[8] Como parte de este juego de apócrifos, inmediatamente recordamos el revelador pasaje procedente del Cancionero de Juan de Mairena en el que se nos habla de la pluralidad de voces que habitan en el interior de todo poeta: “¿...pensáis -añadía Mairena- que un hombre no puede llevar adentro de sí más de un poeta? Lo difícil sería lo contrario, que no llevase más que uno.” (93)

[9] Al explicar que en el caso de los apócrifos y heterónimos la información aportada no puede contrastarse con ningún sujeto real y que por eso el lector avanza hacia el autor, Swiderski afirma: “Tomando categorías de las artes visuales, si la biografía se inclina hacia un retrato de tipo figurativo, los heterónimos y apócrifos son no figurativos” (122).

[10] Aub es el creador de una extraordinaria Antología traducida (1972) que, en rigor, ni es antología ni está  traducida de ningún otro idioma, en la que reúne a sesenta y nueve autores apócrifos (incluido uno llamado Max Aub) con sus respectivas biografías fantásticas, seguidas de las correspondientes muestras (en poesía y en prosa) de sus obras, siempre cercanas a la  parodia y la caricatura. Su libro póstumo, editado en 1982, Imposible Sinaí, si bien recrea un episodio histórico, reincide en el terreno de las falsificaciones (falsos nombres, biografías falsas y textos apócrifos) al argumentar desde una “Nota” introductoria que se trata de escritos “encontrados en bolsillos y mochilas de muertos árabes y judíos de la llamada ´guerra de los seis días´, en 1967. 

 

[11] Pilar Celma Valero aclara que “este rechazo del consonante no se impone en su práctica poética; de hecho, su segundo libro, el Rosario de sonetos líricos [1911] muestra su maestría en esta estrofa. Lo que realmente le pide Unamuno a la rima es que sea ´generadora´; es decir, que sea capaz de sugerir nuevos contenidos. Así lo explica en el comentario al soneto XXV del poemario De Fuerteventura a París: Sabido es lo que se llamó rima engendradora, y todo el que hace versos conoce el valor de sugestión de un consonante obligado para colocar el cual surge una metáfora. Es el azar, maestro de libertad encadenada” (98).

 

[12] A pesar de lo dicho en torno al mítico enfrentamiento de las figuras de “Don Juan y Don Quijote”,  María Belda Vázquez afirma que, Unamuno “Le  reconocía al personaje de Don Juan  un trasfondo de misterioso, de religioso, que era lo más atractivo de su figura. Esta atracción, así como la fuerza teatral del personaje, le llevaron a componer El hermano Juan en 1929. Un Don Juan más seducido que seductor, como el del lord inglés.” (263)

Unamuno en Canarias

BIBLIOGRAFÍA: 

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