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Homenaje (3ra. parte) 

Perder la ingenuidad 
y conservar la inocencia

por Susana Macció

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Yo, que mi único sueño es transmutar el oro en barro.

Yo, desnudo como un pájaro, asisto a este festín, a este juego sagrado

donde cada semana se construye y se demuele la Torre de Babel de la inocencia.

Los ciegos suelen ser excelentes médiums. ”

 De: “Una tarde en Ecuador” Gianni Siccardi

 

 

Trabajaba como empleada administrativa, únicamente como medio de sustento. Me había recibido de Diseñadora Gráfica y Publicista unos años antes y, en determinado momento, me enfrenté con la siguiente disyuntiva: estudiar Informática para poder desarrollar mejor mi profesión o decidirme a explorar aquel camino que, desde siempre, estaba ahí latente, anestesiado por los engranajes de lo cotidiano. La Informática… ¿qué tenía que ver conmigo?… ¿qué zona de mi ser podría iluminar?... Entonces  comprendí  que no existía ninguna disyuntiva  y me lancé a la búsqueda de la Poesía.

 

Tomé el extenso poemario, producto de muchos años, en el cual “creía” se encontraban inscriptos los más grandes poemas en lengua castellana del cono Sur! (Parafraseando,  al maestro, cuando nos pedía que leyéramos los textos que habíamos llevado) y llegué llena de entusiasmo, una tibia mañana de verano, a la primera entrevista. Allí declaré, a viva voz, que “no leía poesía para no contaminarme”.

Del poemario… quedaron dos o tres imágenes sustantivas, ni siquiera adjetivadas; de la “contaminación”, el deseo cada vez más intenso de adquirir aquel germen.

 

Cierta vez, sentados solos, alrededor de aquella interminable mesa con el típico  mantel de pañolenci negro, de la calle Ecuador, me miró a los ojos y me dijo: “Pretendo que mis alumnos pierdan la ingenuidad y conserven la inocencia; pero, no sólo respecto a la poesía.” Esto trae a mi memoria ese verso de su poema “Nieve” que dice: “el chico mira al sol directamente a los ojos. Y hace nevar”.

 

Hasta ese instante  yo había estado como espiando por el ojo de la cerradura. Gianni abrió las puertas. Ahí nací  y Gianni fue mi padre. Y ese chamán que había en él comenzó a sembrar en mí sus conocimientos:

 

Saber desde dónde escribir. Sentarse en la silla correcta. Aceptar las propias limitaciones porque eso permite explotar el don con naturalidad. Aprender a conversar con nuestro ser esencial. Conocer sus secretos. Desarrollarlo. Acceder a ese estado alterado de conciencia donde nace el poema; y  reconocer que  el poema  es un testigo pobre del momento que lo generó.

 

Gianni era un verdadero  chamán…combinando poemas con la música, con el cine, con juegos de palabras…iba  transformando las jornadas en expediciones hacia el inhóspito territorio del lenguaje. Con genuina modestia invocaba a la Poesía…y ella siempre acudía a la cita.

Porque como decía Roberto Juarroz: “El poeta debe ser un vidente. No con un sentido mágico o adivinatorio sino como algo más simple: “el que ve”. El que ve más allá de las apariencias. Como una visión verbal, como si viera, también, con las palabras.” Gianni veía con las palabras, amaba, vivía, vive y vivirá siempre en el perfume de sus palabras.

 

Buenos Aires. 27/09/2023 

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