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Inteligencia ARTIFICIAL
Dossier preparado por Osvaldo Picardo. Pablo De Santis responde sobre el tema, escriben Daniel Freidemberg, Edwin Madrid y Alejandro Ramos. Textos de Guillermo Martínez, Miguel Hoyuelos, J.L. Borges, L. Marechal, Bifo Berardi, S. Zizek y E. Sadin
"Es bien sabido que la computadora Deep Blue llegó a derrotar en un match de ajedrez al campeón mundial de los seres humanos. Vistos desde afuera los dos juegan el mismo juego. Pero la computadora -que toma ventaja de su velocidad de cálculo- procede en sus análisis de la manera más burda, con pura fuerza bruta: examina en cada jugada todos los casos, persigue todas las alternativas posibles. El ajedrecista, en cambio, sólo deja filtrar unas pocas variantes interesantes o potencialmente promisorias. Su árbol de búsqueda tiene menos ramas, pero más profundas. En esta economía de recursos, en sus pocas y certeras intuiciones, hay algo que nos parece grato, difícil, admirable. No juegan, en el fondo, al mismo juego"...
Alan La Veglia nació en 2001 en San Miguel del Monte, Buenos Aires. Estudia Historia. Estudió poesía con Javier Galarza. Publicó el poemario El pasto muerto cría luciérnagas (ed. En danza). Integra la antología Jardín, 100 poemas sobre flores, 100 poetas argentinxs (Camalote).
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Carlos Fratini nació en Mar del Plata, en 1996. Estudiante de Letras en la UNMdP. Da clases en la escuela secundaria. Publicó los libros Profílicas de oro (oficina perambulante, 2019), Tapal (Goles Rosas, 2021) y poema zorzal caracol espina (Es pulpa, 2022). Actualmente es editor de la colección galga, dentro del sello Es pulpa.
Sebastián Lopizzo, con sus 33 años a cuestas, es poeta, librero, tallerista y corrector en Mar del Plata. Forma parte del equipo editorial de Cepes . La ira del dragón, publicado por el mismo sello, es su último libro.
"Les cuento a mis alumnos que cuando empecé a escribir, tenía una máquina, y que antes de pasar el poema a limpio, lo escribía a mano; hacía más de tres manuscritos y, solo cuando creía que tenía un texto impecable, lo hacía con la máquina de escribir, utilizando papel carbón para tener tres o cuatro copias, lo que implicaba teclear más fuerte, y se convertía en una tragedia si escribía mal una palabra, porque borrar el error consistía en colocar liquid paper en cada una de las copias y volver a teclear con más fuerza para obtener una primera versión no tan impecable como se pueden conseguir hoy"...
Entre 1955 y 1965 Leopoldo Marechal escribió varias obras en las que hay una profunda preocupación por la ciencia y la técnica. El Poema de Robot es un libro cargado de intertextualidades y simbolismos, características que, por otra parte, no le son exclusivas sino que más bien son notas distintivas de casi todas las obras del autor. El poema tiene veintiséis estrofas donde se muestra a Robot como un pedagogo implacable y el poeta-narrador una víctima de su pedagogía. El poema hace una parodia del lenguaje de la física y la cibernética de aquella época (1966). Hay un hilo conductor: el problema de la tecnología y la tecnocracia.
"¿Qué está sucediendo? ¿Qué va a pasar? ¿Qué está a punto de suceder? Son tres preguntas separadas. Lo que está pasando más o menos lo sabemos: gracias a la convergencia de la recolección masiva de datos, de programas capaces de reconocimiento y recombinación, y gracias a dispositivos de generación lingüística, está surgiendo una tecnología capaz de simular habilidades inteligentes específicas: loros estocásticos.Lo que está a punto de suceder es que los loros estocásticos, gracias a su capacidad de autocorrección y su capacidad para escribir software evolutivo, están obligados a acelerar en gran medida la innovación técnica, especialmente la innovación técnica de sí mismos. Lo que podría suceder y probablemente sucederá: los dispositivos innovadores de autocorrección (aprendizaje profundo) determinan su propósito independientemente del creador humano. En las garras de la competencia económica y militar, la investigación y la innovación no pueden suspenderse, especialmente si pensamos en la aplicación de la IA en el campo militar"...
Traducción de CRISTINA MADERO
Nacido en Lyon en 1942, vive y trabaja en Annecy. Ha publicado unos cincuenta libros (poemas, prosas, ensayos) por los que ha merecido varios premios como, en 2009, el prestigioso premio Apollinaire. Siete de sus libros han sido ya traducidos al español. Como traductor, ha firmado más de cincuenta traducciones de autores de lengua española tales como Juan de la Cruz, Luis de Góngora, Francisco de Quevedo, Miguel de Unamuno, Ramón Gómez de la Serna, Jorge Luis Borges, María Zambrano, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, José Ángel Valente, Antonio Gamoneda, Andrés Sánchez Robayna, Juan Gelman, Alejandra Pizarnik, etc. Entre sus numerosos premios de traducción citemos los recientes premios Alain Bosquet Etranger 2015 y Roger Caillois 2016.
"Habrá seguramente algo bueno y aprovechable en la Inteligencia Artificial, pero no puedo dejar de vincularla a un estado civilizatorio como el que nos toca, en el que cada quien vive en una cápsula sin casi otro vínculo con los demás que el necesario para defenderse de los otros, atacarlos, utilizarlos en provecho propio o buscar su complicidad (exagero pero no mucho) y en el que la búsqueda de la verdad o lo verdadero está fuera de consideración. Si cada vez se hace más necesario romper esa inercia, como creo, más vale que con la generalización de la AI no va a ser más factible"...
Es un ensayo publicado 23 de marzo de 2023 en la revista Project Syndicatel, el filósofo se pregunta si un chatbot captaría algo como la expresión: "Fuck" . Aunque designa algo que a la mayoría de las personas les gusta hacer también adquiere a menudo una valencia negativa ("¡Estamos jodidos!", "Vete a la mierda". El lenguaje y la realidad son complicados. ¿Está preparada la IA para discernir tales diferencias?. Él concluye como lo anticipa el título, que "El problema no es que los chatbots sean estúpidos; es que no son lo suficientemente "estúpidos". No es que sean ingenuos (que no captan la ironía y la reflexividad); es que no son lo suficientemente ingenuos (que no detectan cuándo la ingenuidad encubre perspicacia). El verdadero peligro, entonces, no es que las personas confundan a un chatbot con una persona real; es que comunicarse con los chatbots hará que las personas reales hablen como chatbots, perdiendo todos los matices e ironías, diciendo obsesivamente solo lo que creen que quieren decir."
Hoyuelos recorre la ciencia y el cine de ciencia ficción para plantear la cuestión de "uno de los más grandes misterios, quizá el más grande, con el que la humanidad se ha topado; hoy en día muchos investigadores están empeñados en desentrañarlo": Es la cuestión de la conciencia que "está directamente relacionada con una de las preguntas más antiguas, más simples, más profundas y más difíciles de responder: ¿qué somos?". No es su intención dar una respuesta sino plantear que "mediante un repaso de los paradigmas más importantes, se analiza la plausibilidad de la existencia futura de una conciencia artificial, y se examina la idea del cerebro crítico, haciendo hincapié en el conocimiento del funcionamiento del cerebro como el enfoque más adecuado para desentrañar el problema de la conciencia"...
" Turing postuló a la inteligencia artificial como un juego de imitación, y así lo vemos hoy. Pero esta imitación no tiene un valor negativo: todo aprendizaje es imitación. El arte de argumentar parece más fácil de reproducir que el humor; que algo nos haga reír es algo tan complejo y vinculado a innumerables rasgos sociales, familiares, generacionales, que es todavía inimitable. He leído muchas definiciones de humor, desde Henri Bergson a Macedonio Fernández: describen la mecánica del humor, la lógica de lo inesperado, pero no alcanzan a iluminar el instante en que algo nos hace reír"...
Este artículo es copia del publicado en la revista Nueva Sociedad No 279, enero-febrero de 2019. El filósofo francés insiste en hablar de una intencionalidad deshumanizadora, pero lejos de la visión -según él- "errónea, apocalíptica y espectacular" de los que advierten la extinción de la "raza humana" (sic). Y agrega como conclusión que "lo que instaura la Weltanschauung siliconiana sino, de modo más preciso y bastante más malicioso, la erradicación de la figura humana. Es la «muerte del Hombre», el del siglo XXI, ciertamente abordado como un ser actante, pero que, para su bien y el de la humanidad entera, debe ahora despojarse de sus prerrogativas históricas para delegárselas a sistemas más aptos de otra manera para ordenar perfectamente el mundo y garantizarle una vida libre de sus imperfecciones"...
"Muchas veces, nos preocupamos y señalamos los riesgos que nos plantea la IA y las mil y una formas en las que podrá reemplazarnos, sin embargo, puede ser una mejor idea preguntamos de qué manera se pueden complementar y potenciar teniendo ambas un mismo objetivo: contribuir al desarrollo personal y global. ¿O acaso se trata de una competencia entre enemigos? ¿Para qué nos sirve competir con los algoritmos y las máquinas? Los programas ejecutarán las acciones que los seres humanos programemos, por lo tanto, el problema ético de fondo a resolver es qué queremos lograr con nuestra inteligencia"...
Es un ensayo publicado en el número 59 de la revista Sur en 1939 donde habla de la idea de la biblioteca infinita, que dará lugar en 1945 del relato la Biblioteca de Babel. Muchos, entre ellos el italiano Befo Berardi, citan esta obra de Borges como una anticipación de la Inteligencia Artificial. "El capricho o imaginación o utopía de la Biblioteca Total incluye ciertos rasgos, que no es difícil confundir con virtudes. Maravilla, en primer lugar, el mucho tiempo que tardaron los hombres en pensar esa idea"... Así empieza este breve ensayo en que el lenguaje y sus combinaciones infinitas son capaces de remedarel universo y reemplazarlo. El azar, la ironía y la paradoja habitan esta metáfora de la biblioteca en que plasma el delirio científico en la probabilidad de que seis monos, tipeando al azar una máquina de escribir de 44 caracteres, en algún momento escriban "Hamlet" de Shakespeare.